Página 189 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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La proclamación de la verdad allí donde hay antagonismo racial
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Los habitantes de los Estados Unidos habrían podido realizar
mucho si el gobierno y las iglesias cristianas hubieran hecho esfuer-
zos adecuados en favor de los esclavos liberados, inmediatamente
después de la emancipación. Debieran haber invertido dinero abun-
dante para ayudarlos y educarlos en un momento cuando necesitaban
tanta asistencia. Pero el gobierno, después de realizar un pequeño
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esfuerzo, dejó que los negros lucharan sin ayuda con sus apremiantes
dificultades. Algunas de las poderosas iglesias cristianas comenza-
ron una buena obra, pero lamentablemente alcanzaron sólo a un
número reducido de ellos; y la Iglesia Adventista del Séptimo Día
no ha hecho su parte. Algunas personas y sociedades han realizado
esfuerzos perseverantes para elevar a los afroamericanos, y se ha
llevado a cabo una obra noble. ¡Pero cuán pocos han tenido parte en
esta obra que debiera haber contado con la simpatía y el apoyo de
todos!
Algunos adventistas han realizado nobles esfuerzos para realizar
la obra que había que hacer en favor de los afroamericanos. Si los
que estaban dedicados a esta obra hubieran recibido la colaboración
de todos sus ministros, el resultado de su trabajo hubiera sido muy
diferente de lo que es ahora. Pero la gran mayoría de nuestros
ministros no colaboró en la forma como debiera haberlo hecho,
con los pocos que se esforzaban para llevar adelante una obra muy
necesaria en un campo difícil.
A medida que pasa el tiempo y se fortalece la oposición, las
circunstancias nos advierten que la prudencia es la mejor parte del
valor. Si se han llevado a cabo acciones imprudentes en favor de la
población negra, no se debe a que no se hayan dado advertencias.
Desde Australia, a través de las anchas aguas del Pacífico, envié
mensajes de prevención diciendo que cada movimiento debía hacerse
con cautela, que los obreros no debían pronunciar discursos políticos
y que por ninguna razón debía estimularse la mezcla de blancos y
negros.
En una reunión de un concilio realizado en 1895 en Armadale,
un suburbio de Melboume, hablé de estos asuntos en respuesta
a las preguntas de mis hermanos, y destaqué la necesidad de ser
cautelosos. Dije que se acercaban tiempos peligrosos, y que los
sentimientos que entonces podían expresarse con respecto a lo que
debía hacerse desde el punto de vista misionero por la gente de