Página 191 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

Basic HTML Version

La proclamación de la verdad allí donde hay antagonismo racial
187
la importancia de exponer la verdad presente a los profesores y
alumnos de los colegios más grandes para alumnos de raza negra
que han sido establecidos por gente que no pertenece a nuestra
denominación.
Hay que establecer escuelas y sanatorios para gente de color,
para que los mejores profesores que se pueda conseguir enseñen y
preparen a los jóvenes afroamericanos para el servicio.
Los ministros de raza negra debieran realizar todo esfuerzo po-
sible para ayudar a su propio pueblo a comprender la verdad para
este tiempo. Al avanzar el tiempo y aumentar los prejuicios raciales,
[167]
en muchos lugares será casi imposible que obreros de raza blanca
puedan trabajar por la gente de raza negra. A veces los blancos que
no simpatizan con nuestra obra se unirán con gente de raza negra
para oponerse a ella, bajo la pretensión de que nuestras enseñan-
zas constituyen un esfuerzo para desbaratar las iglesias y causar
dificultades por la cuestión del sábado. Habrá ministros blancos y
ministros negros que harán declaraciones falsas que despertarán en
las mentes sentimientos de antagonismo tan intensos, que quienes
los alberguen estarán dispuestos a destruir y matar.
Las potencias infernales están trabajando con todo su ingenio
para impedir la proclamación del postrer mensaje de misericordia
entre la gente de raza negra. Satanás está obrando para hacer muy
difícil que los ministros del Evangelio y los creyentes consigan
ignorar el prejuicio que existe entre los blancos y los negros.
Obremos con prudencia. No hagamos nada que origine opo-
sición innecesaria; nada que estorbe la proclamación del mensaje
evangélico. En los lugares en que la costumbre lo exija y donde con
ello se obtenga mayor eficiencia, que los creyentes blancos y los cre-
yentes negros se reúnan en lugares de culto separados. Cultivemos
la humildad de Cristo. El era la Majestad del cielo, el Hijo unigénito
de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna”.
Juan 3:16
.
Si para salvar a un mundo destinado a perecer, Dios condescen-
dió a entregar a su Hijo a una muerte dolorosa e ignominiosa, ¿no
debieran sus misioneros estar dispuestos a realizar todo esfuerzo de
que sean capaces para ganar y ayudar a los que se encuentran en
las profundidades del pecado, y para hacer brillar la luz sobre los