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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
En numerosas ocasiones se había pedido a Cristo que interviniera
en cuestiones legales y políticas. Pero él siempre rehusó inmiscuirse
en los asuntos temporales. Sabía que en el mundo político existían
procedimientos inicuos y gran tiranía. Pero lo único que hacía para
exponerlos era la proclamación de la verdad bíblica. A las grandes
multitudes que se agolpaban a su alrededor, les presentaba los princi-
pios puros y santos de la ley de Dios, y les hablaba de las bendiciones
que se encuentran al obedecer estos principios. Con autoridad de lo
alto insistía en la importancia de la justicia y la misericordia. Pero
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él rehusó inmiscuirse en disputas personales.
Cristo permaneció en nuestro mundo como Cabeza del gran reino
espiritual que había venido a establecer, el reino de la justicia. Su
enseñanza destacaba los principios ennoblecedores y santificadores
que gobiernan este reino. Mostraba que la justicia, la misericordia y
el amor son las potencias controladoras en el reino de Jehová.
Un tiempo de preparación
Estamos viviendo en el gran día de la expiación, cuyo prototipo
es el día de la expiación de
Levítico 23
. Debemos buscar a Dios en
forma individual. Esta es una obra personal. Acerquémonos a Dios,
y no permitamos que ninguna cosa interfiera con nuestros esfuerzos
y distorsione la verdad para este tiempo. Que cada cual confiese sus
propios pecados y no los de su prójimo. Que humille su corazón
delante de Dios y que sea tan lleno con el Espíritu Santo que su vida
demuestre que ha nacido de nuevo. Leemos: “Mas a todos los que
le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios”.
Juan 1:12
.
Hay que vivir y practicar el evangelio de Cristo en la vida diaria.
Los siervos de Dios tienen que limpiarse de toda frialdad y egoísmo.
La sencillez, la humildad y la mansedumbre son los grandes valo-
res que deben ponerse en evidencia en la obra de Dios. Procurad
unir a los obreros con vínculos de confianza y amor. Si no podéis
conseguir esto, sed rectos vosotros mismos y dejad el resto a cargo
de Dios. Trabajad con fe y oración. Elegid a jóvenes cristianos y
preparadlos para que no sean obreros con corazón de hierro, sino
obreros dispuestos a actuar en armonía con los demás. Oro para
que el Señor cambie los corazones de aquellos que, a menos que