La cuestión racial
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reciban más gracia, caerán en la tentación. Oro para que él suavice
y subyugue todo corazón. Necesitamos vivir en estrecha comunión
con Dios, para amarnos unos a otros así como Cristo nos amó. Por
este medio el mundo ha de conocer que somos sus discípulos. Que
no haya exaltación de sí mismo. Si los obreros humillan sus corazo-
nes delante de Dios, vendrá la bendición. Mientras tanto recibirán
nuevas ideas y se producirá un admirable reavivamiento de la obra
médica evangélica y misionera.
La gran obra que tenemos por delante, como cristianos, consiste
en extender el reino de Cristo tan rápidamente como sea posible,
de acuerdo con la comisión divina. El Evangelio debe avanzar de
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conquista en conquista, y de victoria en victoria. La grandeza del
reino bajo todo el cielo se dará a los santos del Altísimo y ellos
recibirán el reino y lo poseerán eternamente.
La lucha que tenemos por delante
Los siervos de Dios deben colocarse todas las piezas de la arma-
dura cristiana. No luchamos simplemente con enemigos humanos.
Dios pide que cada cristiano participe en la batalla y luche bajo su
liderazgo, dependiendo de la gracia y ayuda del Cielo para tener
éxito.
Debemos avanzar con el poder del Todopoderoso. Jamás debié-
ramos ceder ante los ataques satánicos. Como guerreros cristianos,
¿por qué no podríamos hacer frente a los principados y potestades, a
las potencias tenebrosas de este mundo? Dios nos pide que avance-
mos utilizando los dones que se nos ha confiado. Satanás procurará
vencernos usando estratagemas. Pero debemos permanecer firmes
como una roca a los principios, mediante el poder de Dios.
No hay tregua en esta lucha. Los agentes satánicos nunca des-
cansan en su obra de destrucción. Los servidores de Cristo deben
vigilar cada puesto de avanzada. Nuestro objetivo es salvar de la
ruina a las almas que perecen. Se trata de una obra de grandeza
infinita, y el hombre no puede esperar tener éxito en esto a menos
que se una con el Obrero divino.
Cristo ha sido el Redentor del hombre desde la eternidad. Desde
la caída misma del ser humano, se ha dado este mensaje a los que se
han unido a él: “Y vosotros hermanos, no os canséis de hacer bien”.