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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
de que pronto no podríamos trabajar en dicho día. Nuestra escuela
estaba situada en el interior de los bosques, lejos de todo pueblo o
estación de ferrocarril. Nadie vivía tan cerca de nosotros que fuese
molestado por lo que pudiéramos hacer. Sin embargo, se nos vigila-
ba. Se instaba a las autoridades a inspeccionar nuestra propiedad, y
ellas vinieron. Habrían podido observar muchas cosas si hubiesen
tenido la intención de perseguirnos; pero parecía que no hacían caso
de los que trabajaban. Tenían una confianza tal en nuestra denomi-
nación, un respeto tan grande por nosotros y por lo que habíamos
realizado en la región, que pensaron poder usar de confianza con
nosotros.
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Muchos reconocían el hecho de que toda la población circun-
vecina había sido enteramente transformada desde nuestra llegada.
Una mujer que no guardaba el sábado me dijo: “Ud. no me creería
si yo le dijese cuánto ha cambiado la gente de aquí desde que us-
tedes vinieron a establecer una escuela y a celebrar esas pequeñas
reuniones”.
Así que, cuando nuestros hermanos fueron amenazados por la
persecución y puestos en perplejidad para saber qué conducta de-
bían seguir, les fue dado el mismo consejo que les fuera dado con
anterioridad en cuanto a los juegos. Dije: “Dedicad el domingo a
hacer trabajo misionero para Dios. Maestros, acompañad a vuestros
alumnos. Llevadlos a la selva [designamos así las regiones boscosas
donde las viviendas están a veces distantes de dos a tres kilómetros
una de otra], y visitad a la gente en sus hogares. Mostradle que os
interesáis en su salvación”. Así obraron y el resultado fue que hicie-
ron mucho bien, a sí mismos y a otros. La bendición divina reposó
sobre ellos mientras escudriñaban las Escrituras con diligencia para
aprender a presentar las verdades de la Palabra de manera que fuesen
recibidas favorablemente.
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Debemos hacer todo lo que podemos para eliminar el prejuicio
que existe en muchas mentes contra nuestra obra y contra el día de
reposo bíblico.
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