Página 221 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Palabras de advertencia
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Leemos en la profecía de Zacarías que cuando Satán con toda
su sinagoga se disponía a resistir las oraciones de Josué, el sumo
sacerdote, y a resistir a Cristo, que estaba por favorecer a Josué, “dijo
Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha
escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrancado
del incendio?”
Zacarías 3:2
. El proceder de Cristo al tratar aun
con el mismo adversario de las almas, debiera ser un ejemplo para
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nosotros en nuestro trato con los demás, para que nunca lancemos
una acusación hiriente contra nadie; mucho menos debiéramos tratar
con dureza o severidad a los que podrían estar tan ansiosos de
conocer el camino correcto como lo estamos nosotros mismos.
Los que han sido educados en la verdad por precepto y ejemplo,
debieran ser muy indulgentes con otros que no conocen las Escritu-
ras, excepto por las interpretaciones que les han dado los ministros y
miembros de iglesia, y que han recibido tradiciones y fábulas como
si fueran la verdad bíblica. Quedan sorprendidos cuando alguien les
presenta la verdad como realmente es; es una nueva revelación para
ellos, y no pueden soportar que de buenas a primeras les sea presen-
tada toda, en su asombroso esplendor. Todo es nuevo y extraño, y
muy diferente de lo que habían oído de sus ministros y que los había
inclinado a creer lo que éstos les habían dicho: que los adventistas
son infieles y no creen en la Biblia. Presentemos la verdad como
está en Jesús: línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito
aquí y un poquito allá.
Que los que escriben para nuestras revistas se abstengan de hacer
declaraciones y alusiones hirientes que causarán perjuicio y se con-
vertirán en estorbos y escollos para cumplir la obra que debiéramos
hacer para alcanzar a todas las clases, incluyendo a los católicos.
Nuestra obra consiste en decir la verdad con amor, sin mezclar con
ella los elementos no santificados del corazón natural y sin hablar
cosas que tienen el mismo sabor del espíritu poseído por nuestros
enemigos. Todas las estocadas hirientes volveremos a recibirlas en
doble medida cuando el poder pase a las manos de quienes puedan
ejercerlo para producir daño. En repetidas ocasiones se me ha dado
el mensaje según el cual no debemos decir ni una palabra, ni publicar
una sola frase, especialmente contra las personalidades—a menos
que sea positivamente indispensable para vindicar la verdad—, que
excite a nuestros enemigos contra nosotros y despierte y exacerbe