Página 223 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Palabras de advertencia
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do cautivo al mundo, tienen que ser expuestos. Se está efectuando
todo esfuerzo posible para entrampar a las almas con razonamientos
sutiles, para apartarlas de la verdad para que crean en fábulas y pre-
pararlas con el fin de que acepten poderosos engaños. Pero mientras
estas almas engañadas se apartan de la verdad para creer en el error,
no les digáis una sola palabra de censura. Procurad mostrar a esas
pobres almas engañadas el peligro que corren y manifestarles cuán
ofensivo es su comportamiento hacia Jesucristo; pero hágase todo
con piadosa ternura. Por medio de un trabajo adecuado, algunas de
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las almas que han sido entrampadas por Satanás podrán rescatarse de
su poder. Pero no las culpéis ni las condenéis. Ridiculizar la posición
adoptada por quienes se encuentran en el error no abrirá sus ojos
enceguecidos ni los atraerá hacia la verdad.
Cuando los seres humanos pierden de vista el ejemplo de Cristo
y no imitan su método de enseñanza, se tornan autosuficientes y
salen a enfrentarse con Satanás con sus propias armas. El enemigo
sabe muy bien cómo volver las armas contra quienes las utilizan.
Jesús pronunció únicamente palabras de absoluta verdad y justicia.
Si hubo alguna vez un pueblo que necesitara andar con humildad
delante de Dios, es su iglesia, sus elegidos en esta generación. Todos
necesitamos deplorar la torpeza de nuestras facultades intelectuales,
el no haber apreciado debidamente nuestros privilegios y oportuni-
dades. No tenemos nada de qué vanagloriarnos. Afligimos a nuestro
Señor Jesús por nuestra aspereza y actuación que en nada se parece
a la de Cristo. Debemos llegar a ser completos en él.
Es verdad que se nos ha ordenado: “Clama a voz en cuello, no
te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su
rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”.
Isaías 58:1
. Es necesario
proclamar este mensaje; pero eso no significa que tengamos que
herir, mortificar y condenar a quienes no tienen la luz que nosotros
poseemos. No debiéramos ensañarnos en fustigar a los católicos.
Entre los católicos hay cristianos concienzudos que andan en la luz
que brilla sobre ellos, y Dios obrará en su favor. Los que han gozado
de grandes privilegios y oportunidades, y que han fracasado en me-
jorar sus facultades físicas, mentales y morales, que han vivido para
satisfacerse a sí mismos y que han rehusado cumplir sus responsa-
bilidades, se encuentran en grave peligro y en mayor condenación
delante de Dios que los que están en el error en cuestiones doctri-