Página 231 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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La mayordomía fiel
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Oro para que mis hermanos comprendan que el mensaje del
tercer ángel significa mucho para nosotros y que la observancia del
verdadero día de reposo ha de ser la señal que distingue a los que
sirven a Dios de los que no le sirven. Que despierten los que se han
tomado soñolientos e indiferentes. Se nos ha llamado a ser santos,
por lo que debiéramos evitar cuidadosamente dar la impresión de
que tiene poca importancia el retener o no las características espe-
ciales de nuestra fe. Sobre nosotros pesa la dorada obligación de
adoptar una posición más definida por la verdad y la justicia de la
que hemos tenido en el pasado. La línea de demarcación entre los
que guardan los mandamientos de Dios y los que no los observan,
debe manifestarse con claridad inequívoca. Debemos honrar a Dios
conscientemente, y usar con diligencia todo recurso para mantener-
nos dentro del pacto con él, para que recibamos sus bendiciones,
tan esenciales para un pueblo que será probado severamente. Dar
la impresión de que nuestra fe, nuestra religión, no constituye un
poder dominante en nuestras vidas, es deshonrar a Dios. Así nos
apartamos de sus mandamientos, que son nuestra vida, y negamos
que él es nuestro Dios y nosotros su pueblo.
“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios. Dios fiel, que guarda
el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus manda-
mientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que
le aborrece, destruyéndole; y no se demora con el que le odia, en
persona le dará el pago”.
Deuteronomio 7:9, 10
.
¿Adónde nos encontraremos antes de que concluyan las mil
generaciones mencionadas en este pasaje? Nuestro destino habrá
sido sellado para la eternidad. Se nos habrá considerado dignos de
un hogar en el reino eterno de Dios, o bien habremos recibido la
sentencia que nos condenará a muerte eterna. Los que han sido fieles
y leales al pacto con Dios; los que, recordando el Calvario, se han
mantenido firmes de parte de la verdad, esforzándose constantemente
para honrar a Dios, oirán estas palabras de encomio: “Bien hecho,
buen siervo fiel”. Pero los que han dado a Dios sólo un servicio
a medias, que han permitido que sus vidas sean conformadas por
las costumbres y prácticas del mundo, oirán estas tristes palabras:
“Apartaos de mí, porque no os conozco”.
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