Página 233 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

Basic HTML Version

La beneficencia
229
La gloria del Evangelio consiste en que se funda en la noción
de que se ha de restaurar la imagen divina en nuestra raza caída por
medio de una constante manifestación de benevolencia. Esta obra
comenzó en los atrios celestiales, cuando Dios dio a los humanos
una prueba deslumbradora del amor con que los amaba. “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
[204]
eterna”.
Juan 3:16
. El don de Cristo revela el corazón del Padre.
Nos asegura que, habiendo emprendido nuestra redención, él no
escatimará ninguna cosa necesaria para terminar su obra, por más
que pueda costarle.
La generosidad es el espíritu del cielo. El abnegado amor de
Cristo se reveló en la cruz. El dio todo lo que poseía y se dio a sí
mismo para que el hombre pudiese salvarse. La cruz de Cristo es un
llamamiento a la generosidad para todo discípulo del Salvador. El
principio que proclama es de dar, dar siempre. Su realización por
la benevolencia y las buenas obras es el verdadero fruto de la vida
cristiana. El principio de la gente del mundo es ganar siempre; y así
se imagina alcanzar la felicidad; pero cuando este principio ha dado
todos sus frutos, se ve que sólo engendra la miseria y la muerte.
La luz del Evangelio que irradia de la cruz de Cristo condena el
egoísmo y estimula la generosidad y la benevolencia. No debería
ser causa de quejas el hecho de que se nos dirigen cada vez más
invitaciones a dar. En su divina providencia Dios llama a su pueblo a
salir de su limitada esfera de acción para emprender cosas mayores.
Se nos exige un esfuerzo ilimitado en un tiempo como éste, cuando
las tinieblas morales cubren el mundo. Muchos de los hijos de Dios
están en peligro de dejarse prender en la trampa de la mundanalidad
y avaricia. Deberían comprender que es la misericordia divina la
que multiplica las solicitudes de recursos. Deben serles presenta-
dos blancos que despierten su benevolencia, o no podrán imitar el
carácter del gran modelo.
Las bendiciones de la mayordomía
Al dar a sus discípulos la orden de ir por “todo el mundo” y
predicar “el evangelio a toda criatura”, Cristo asignó a los hombres
una tarea: la de sembrar el conocimiento de su gracia. Pero mientras