Página 253 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Una dirección bien equilibrada
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entrañaban consecuencias de mayor alcance que el aparente en el
primer examen. Tales maniobras no son conforme al orden divino.
Se han presentado y votado muchísimos asuntos que implicaban
mucho más de lo que se anticipaba y de lo que los votantes hubiesen
concedido si se hubiesen tomado el tiempo de examinar el asunto
desde todos los puntos de vista.
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En este tiempo, no podemos ser descuidados o negligentes en
la obra de Dios. Cada día debemos buscar al Señor con fervor, si
queremos prepararnos para las pruebas que nos esperan. Nuestros
corazones deben ser limpiados de todo sentimiento de superioridad,
y los principios vivos de la verdad deben ser implantados en el alma.
Los jóvenes y los ancianos, así como las personas de edad madura,
deben practicar ahora las virtudes del carácter de Cristo. Cada día
deben desarrollarse espiritualmente para llegar a ser vasos de honra
en el servicio del Maestro.
“Y aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando
terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar como
también Juan enseñó a sus discípulos”.
Lucas 11:1
. La oración que
Jesús pronunció en respuesta a este pedido no es ampulosa, sino que
expresa con sencillez las necesidades del alma. Es corta, y se refiere
directamente a las necesidades cotidianas.
Cada alma tiene el privilegio de presentar al Señor sus necesi-
dades particulares y de ofrecer sus acciones de gracias personales
por los beneficios que recibe cada día. Pero las numerosas oraciones
largas, sin vida y sin fe que se ofrecen a Dios, en vez de ser un gozo
para él le son una carga. ¡Oh, cuánto necesitamos corazones puros,
corazones convertidos! Necesitamos que nuestra fe se fortalezca.
“Pedid, y se os dará”, tal es la promesa del Salvador. “Buscad y
hallaréis; llamad, y se os abrirá”.
Mateo 7:7
. Debemos acostum-
bramos a confiar en su Palabra y a añadir a todas nuestras obras la
luz y la gracia de Cristo. Debemos asirnos de Cristo y aferrarnos
a él hasta que el poder transformador de su gracia sea manifestado
en nosotros. Necesitamos tener fe en Cristo si queremos reflejar el
carácter divino.
Cristo revistió su divinidad con nuestra humanidad, y llevó una
vida de oración y abnegación, sosteniendo cada día una lucha contra
la tentación, a fin de poder socorrer a los que hoy son tentados. El es
nuestra eficacia y poder. Quiere que la humanidad, al apropiarse su