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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
aquí las condiciones: “Y si anduvieres en mis caminos, guardando
mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo
alargaré tus días.
“Cuando Salomón despertó, vio que era sueño; y vino a Jerusa-
lén, y se presentó delante del arca del pacto de Jehová, y sacrificó
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holocaustos y ofreció sacrificios de paz, e hizo también banquete a
todos sus siervos”.
1 Reyes 3:8-15
.
Todos los que ocupan puestos de responsabilidad necesitan
aprender la lección que encierra la humilde oración de Salomón.
Deben recordar siempre que un cargo no cambia el carácter del que
lo desempeña, ni lo hace infalible. Cuanto más alto esté coloca-
do un individuo, tanto mayores serán sus responsabilidades y más
vasta su influencia; tanto más necesitará comprender lo mucho que
depende de la fuerza y sabiduría divinas y lo mucho que necesita
cultivar un carácter santo y perfecto. Los que aceptan puestos de
responsabilidad en la obra de Dios deberían recordar siempre que al
llamarlos a esta obra el Señor los ha llamado también a andar con
prudencia delante de él y delante de los hombres. En vez de creerse
llamados a regentar, a dictar y mandar, deberían darse cuenta de que
ellos mismos necesitan aprender. Si un obrero de responsabilidad
no aprende esta lección, cuanto antes se le releve de su cargo, tanto
mejor será para él mismo y para la obra de Dios. Jamás imparte un
cargo santidad y excelencia de carácter. Quien honra a Dios y guarda
sus mandamientos recibe él mismo honores.
Cada uno debería formularse con humildad la siguiente pregunta:
“¿Soy yo apto para ocupar este cargo? ¿He aprendido a practicar la
justicia y el juicio según los caminos del Señor?” El ejemplo terrenal
del Salvador nos fue dado para que no andemos en nuestra propia
fuerza, sino que cada cual se considere “joven”, como dijo Salomón.
“Imitadores de Dios como hijos amados”
Toda alma verdaderamente convertida puede decir: “Soy joven,
pero soy hijo de Dios”. Costó un precio infinito el hacer posible
que la filiación divina le fuese devuelta a la familia humana. En el
principio, Dios hizo al hombre a su semejanza. Nuestros primeros
padres escucharon la voz del tentador y se entregaron a su poder.
Pero no fueron abandonados a las consecuencias del mal que habían