La recompensa del esfuerzo ferviente
“Si permaneciere la obra de alguno... recibirá recompensa”.
1
Corintios 3:14
. Gloriosa será la recompensa concedida cuando los
fieles obreros se reúnan en derredor del trono de Dios y del Cordero.
Cuando, en su estado mortal, Juan contempló la gloria de Dios, cayó
como muerto; no pudo soportar la visión. Pero cuando los hijos
de Dios hayan recibido la inmortalidad, le verán “como él es”.
1
Juan 3:2
. Estarán delante del trono, aceptos en el Amado. Todos sus
pecados habrán sido borrados, todas sus transgresiones expiadas.
Entonces podrán mirar sin velo la gloria del trono de Dios. Habrán
participado con Cristo en sus sufrimientos, habrán trabajado con él
en el plan de la salvación, y participarán con él del gozo de ver las
almas salvadas en el reino de Dios, para alabar allí a Dios durante
toda la eternidad.
Mi hermano, mi hermana, os ruego que os preparéis para la
venida de Cristo en las nubes de los cielos. Día tras día, desechad de
vuestro corazón el amor al mundo. Comprended por experiencia lo
que significa tener comunión con Cristo. Preparaos para el juicio,
para que cuando Cristo venga para ser admirado por todos los que
creen, podáis estar entre aquellos que le recibirán en paz. En aquel
día los redimidos resplandecerán en la gloria del Padre y del Hijo.
Tocando sus arpas de oro, los ángeles darán la bienvenida al Rey y a
los trofeos de su victoria: los que fueron lavados y emblanquecidos
en la sangre del Cordero. Se elevará un canto de triunfo que llenará
todo el cielo. Cristo habrá vencido. Entrará en los atrios celestiales
acompañado por sus redimidos, testimonios de que su misión de
sufrimiento y sacrificio no fue en vano.
La resurrección y la ascensión de nuestro Señor constituyen
una evidencia segura del triunfo de los santos de Dios sobre la
muerte y el sepulcro, y una garantía de que el cielo está abierto para
quienes lavan las vestiduras de su carácter y las emblanquecen en la
sangre del Cordero. Jesús ascendió al Padre como representante de
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