Página 30 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
pensamientos puros y pronunciar palabras nobles y animadoras,
capaces de atraer al Salvador a las personas que los rodean. La
religión de Cristo debe estar entretejida en todo lo que dicen y
hacen. En todos sus negocios, debe desprenderse el perfume de la
presencia de Dios.
[19]
El pecado es una cosa detestable. Por su causa fue marchitada
la hermosura moral de un gran número de ángeles. Penetró en el
mundo y borró casi por completo la imagen de Dios en el hombre.
Mas, en su gran amor, Dios ofreció al hombre la posibilidad de
recuperar la posición que había perdido al ceder al tentador. Cristo
vino a ponerse a la cabeza de la humanidad para desarrollar en favor
nuestro un carácter perfecto. Los que le reciben nacen de nuevo.
Cristo vio a la humanidad, como consecuencia del enorme desa-
rrollo del pecado, dominada por el príncipe de las potestades del
aire y manifestando un poder gigantesco en obras de maldad. Vio
también que un poder mayor debía hacer frente a Satanás y derro-
tarlo. “Ahora es el juicio de este mundo -dijo-: ahora el príncipe de
este mundo será echado fuera”.
Juan 12:31
. Cristo vio que si los
seres humanos creían en él, se les concedería poder para afrontar el
ejército de los ángeles caídos, cuyo nombre es legión. Fortificó su
alma con el pensamiento de que, merced al sacrificio portentoso que
estaba por hacer, el príncipe de este mundo sería arrojado fuera, y
hombres y mujeres serían capacitados, por la gracia de Dios, para
recuperar lo que habían perdido.
Hombres y mujeres pueden vivir la vida que Cristo vivió en este
mundo si se revisten de su poder y siguen sus instrucciones. Pueden
recibir, en su lucha con Satanás, todos los socorros que Cristo mismo
recibió. Pueden llegar a ser más que vencedores, por Aquel que los
amó y se dio a sí mismo por ellos.
La vida de los que profesan ser cristianos sin vivir la vida de
Cristo, es una burla para la religión. Cualquiera que esté inscrito en
los registros de la iglesia tiene el deber de representar al Salvador
llevando el adorno interior de un espíritu manso y apacible. Debe
ser su testigo y hacer conocerlas ventajas que hay en vivir y trabajar
conforme al ejemplo de Cristo. La verdad presente debe manifestar
su potencia en la vida de los que creen en ella, para que de este modo
se comunique al mundo. Los creyentes deben presentar en su vida
su eficacia santificadora y ennoblecedora.