Página 32 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
tiene para ofrecerles y rehúsan ceder a sus tentaciones. La gracia
de Dios los capacita para mantener intactos sus principios. Angeles
santos están a su lado, y revelan a Cristo por su firme adhesión a
la verdad. Son los milicianos de Cristo y, como buenos testigos,
hablan con fuerza y firmeza en favor de la verdad. Demuestran
cuán real es la potencia espiritual que hace a hombres y mujeres
capaces de no sacrificar nada de la justicia y de la verdad, por mucho
que el mundo quiera ofrecerles a cambio. El Cielo honrará a tales
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cristianos, porque conformaron su vida a la voluntad de Dios, sin
fijarse en los sacrificios que les tocaba hacer.
Un mensaje para todo el mundo
La luz que Dios concedió a su pueblo no debe quedar recluida
en el seno de las iglesias que ya conocen la verdad. Debe esparcirse
en las regiones oscuras de la tierra. Los que anden en la luz como
Cristo está en la luz cooperarán con el Salvador revelando a otros
lo que él les hiciere conocer. El propósito de Dios es que la verdad
para nuestra época sea comunicada a toda nación, lengua y tribu.
Hoy cada habitante del mundo está procurando conseguir ganancias
y placeres mundanales. Millones de almas no dan consideración ni
tiempo a su salvación. El momento ha llegado cuando el mensaje
relativo a la próxima venida de Cristo debe resonar por el mundo
entero.
Hay pruebas inequívocas de la inminencia del fin. La amonesta-
ción debe darse en lenguaje firme y directo. Es necesario preparar el
camino delante del Príncipe de paz que viene sobre las nubes de los
cielos. Queda aún mucho que hacer en las ciudades que todavía no
han oído la verdad para nuestra época. No debemos establecer insti-
tuciones que por sus dimensiones y esplendor rivalicen con las del
mundo; sino que debemos proseguir la obra del Señor en su nombre
con la perseverancia y el celo incansable que puso el Salvador en su
obra.
Como pueblo tenemos gran necesidad de humillar nuestros co-
razones ante Dios, implorando su perdón por haber descuidado su
mandato misionero. Hemos establecido centros importantes en al-
gunos lugares y dejado sin trabajar muchas ciudades populosas.
Pongamos mano a la obra asignada, y proclamemos el mensaje que