Página 34 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
pronto sabremos lo que es la noche. El Espíritu de Dios contristado,
se retira de la tierra. Las naciones están airadas unas contra otras.
Se hacen inmensos preparativos para la guerra. La noche se acerca.
Levántese la iglesia para cumplir la tarea que le ha sido asignada.
Todo creyente, cualquiera que sea el grado de su instrucción, puede
llevar el mensaje.
La eternidad se extiende ante nosotros. El telón está por levan-
tarse. ¿Qué estamos pensando al aferramos egoístamente a nuestra
comodidad mientras que en derredor nuestro hay almas que pere-
cen? ¿Están nuestros corazones completamente endurecidos? ¿No
podemos ver y comprender que nos incumbe hacer una obra en favor
de nuestros semejantes? Hermanos y hermanas, ¿sois de aquellos
que teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen? ¿Será en vano
que Dios os haya revelado su voluntad? ¿Será en vano que os haya
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dirigido amonestación tras amonestación con respecto a la proximi-
dad del fin? ¿Creéis las declaraciones de su Palabra referentes alas
cosas que han de sobrevenir al mundo? ¿Creéis que los juicios de
Dios están suspendidos sobre los habitantes de la tierra? En caso
afirmativo, ¿cómo podéis quedar tranquilos, ociosos e indiferentes?
Cada día que pasa nos acerca al fin. ¿Nos acerca también a
Dios? ¿Velarnos en oración? Las personas con las que tratamos
continuamente necesitan recibir nuestras instrucciones. Es posible
que su estado mental sea tal que una sola palabra oportuna, grabada
en el alma por la influencia del Espíritu Santo, penetre como un
clavo en el lugar apropiado. Puede ser que mañana algunas de estas
almas estén para siempre fuera de nuestro alcance. ¿Qué influencia
ejercemos sobre esos compañeros de ruta? ¿Qué esfuerzo hacemos
para ganarlos para Cristo?
El tiempo es corto y nuestras fuerzas deben organizarse para
hacer una obra más amplia. Necesitamos obreros que comprendan la
inmensidad de la tarea y que estén dispuestos a cumplirla, no por el
salario que reciban, sino porque se dan cuenta de que el fin está cerca.
El tiempo exige más capacidad y consagración más profunda. Estoy
tan compenetrada de este pensamiento que clamo a Dios: “Levanta
y envía mensajeros que tengan conciencia de su responsabilidad,
mensajeros en quienes la idolatría del yo, fuente de todo pecado,
haya sido crucificada”.