Página 38 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
Evangelio, por las promesas que encierra y las seguridades que nos
da. Al realizar esta obra, impartiremos rayos de justicia celestial a
las almas cansadas, inquietas y dolientes. Este ministerio es como
un manantial abierto al viandante cansado y sediento. Los ángeles
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de Dios asisten a cada obra de misericordia y amor.
Nuestro ejemplo
La obra de Cristo debe servirnos de ejemplo. Continuamente iba
de un lugar a otro haciendo bienes. En el templo y en la sinagoga,
en las calles de las ciudades, en los mercados y en los talleres, a la
orilla del mar y sobre los montes, predicaba el Evangelio y sanaba a
los enfermos. Su vida de servicio desinteresado debe servirnos de
manual. Su tierno amor compasivo condena nuestro egoísmo y la
dureza de nuestro corazón.
Doquiera fuera, Jesús esparcía bendiciones a su paso. Entre
los que profesan creer en él, ¿cuántos hay que han aprendido sus
lecciones de bondad, tierna compasión y amor desinteresado? Oídle
dirigiéndose a los que están débiles, cansados y desvalidos: “Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré
descansar”.
Mateo 11:28
. Nada podía cansar su paciencia, ni reprimir
su amor.
El Salvador nos invita a realizar esfuerzos pacientes y perseve-
rantes en favor de millones de personas esparcidas en todo país, que
perecen en sus pecados, como náufragos en una playa desierta. Los
que quieran participar de la gloria de Cristo deben también tomar
parte en su ministerio y ayudar a los débiles, a los desdichados y
desanimados.
Hagan de la vida de Jesús su estudio constante aquellos que
emprenden esta obra. Sean animados de un celo intenso, y empleen
todas sus aptitudes en el servicio del Señor. Los esfuerzos sinceros
y exentos de egoísmo obtendrán preciosos resultados. Es del gran
Maestro de quien los obreros recibirán su mejor educación. Pero
los que no comuniquen a otros la luz recibida verán un día que han
experimentado una pérdida espantosa.
Los seres humanos no tienen derecho a pensar que puedan te-
ner límites sus esfuerzos en pro de la salvación de las almas. ¿Se
cansó Cristo alguna vez en su obra? ¿Retrocedió él alguna vez ante