Página 43 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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La obra misionera de la iglesia
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La familia como campo misionero
No olviden los padres el importante campo misionero que tienen
en su hogar. Los hijos que Dios confió a una madre son para ella un
cometido sagrado. “Toma este hijo o hija, dice el Señor, y edúcalo
para mí. Dale un carácter pulido a manera de las esquinas de un
palacio, para que pueda brillar siempre en los atrios del Señor”. La
luz y la gloria que irradian del trono de Dios rodean a la madre fiel
que se esfuerza en enseñar a sus hijos a resistir la influencia del mal.
Un lugar para cada persona
Hay para todo par de manos una obra que hacer. Que todo lo
que se haga sirva para elevar el nivel de la humanidad. ¡Hay tantas
personas necesitadas de ayuda! Tendrá el corazón desbordante de
gozo aquel que, lejos de buscar su propia satisfacción, viva para
beneficiar a los que son menos favorecidos. Despiértense los ociosos,
y arrostren las realidades de la vida. Tomad la Palabra de Dios y
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escudriñadla. Si la ponéis en práctica, la vida será para vosotros una
realidad viviente, y recibiréis abundante recompensa.
En su vasto plan, el Señor tiene un lugar para cada uno. No ha
dado talento alguno que no sea necesario. ¿Es el talento pequeño?
Dios tiene un lugar para él, y si es usado con fidelidad hará precisa-
mente aquello para lo cual Dios lo dio. Los talentos de quien habita
en un hogar humilde se necesitan para la obra de casa en casa, y
pueden lograr más que los dones brillantes.
Se presentan miles de ocasiones para ser útiles. Deploramos la
debilidad de nuestros recursos frente a los numerosos y urgentes
pedidos de dinero y hombres. Si fuésemos más diligentes, podría-
mos, ahora mismo, centuplicar los recursos. Pero el egoísmo y la
complacencia propia lo impiden.
Miembros de la iglesia, haced brillar la luz. Haced oír vuestras
voces en oración humilde, en testimonio contra la intemperancia, la
insensatez y las diversiones mundanas, y en la proclamación de la
verdad para esta época. Vuestra voz, influencia y tiempo son dones
de Dios y deben usarse en la ganancia de almas para Cristo.
Visitad a vuestros vecinos y mostrad interés en la salvación de
sus almas. Despertad y poned en acción toda energía espiritual.