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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
toda nación, tribu, lengua y pueblo. Hay hombres listos para ir como
mensajeros del Señor, pero por falta de recursos en la tesorería, no
pueden ser enviados a donde la gente está rogando que vaya alguien
a enseñarles la verdad.
Hay muchos en nuestro mundo que anhelan escuchar la palabra
de vida. ¿Pero cómo pueden oírla sin un predicador? ¿Y cómo po-
drían vivir sin sostén los que sean enviados a enseñarles? Dios desea
que las vidas de sus obreros sean sostenidas con cuidado. Son su
propiedad, y él es deshonrado cuando ellos se ven compelidos a tra-
bajar en una forma que perjudica su salud. El es también deshonrado
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cuando los obreros no pueden ser enviados a lugares necesitados por
falta de recursos.
En lugar de quejarse de los dirigentes de la Asociación General
porque no pueden responder a los muy numerosos pedidos para que
envíen hombres y recursos, que los miembros de nuestra iglesia
den un testimonio viviente del poder de la verdad negándose a sí
mismos y dando liberalmente para el progreso de la obra. Que
nuestras hermanas ahorren al rehusar decorar sus prendas de vestir
con adornos caros. Que se eliminen todos los gastos innecesarios.
Que cada familia lleve sus diezmos y ofrendas al Señor.
Proveedores de Dios
Los que están auténticamente convertidos se considerarán como
proveedores de Dios, y aportarán, para el progreso de la obra, los
medios que él ha colocado en sus manos. Si se obedecieran las
palabras de Cristo, habría recursos suficientes en su tesorería para
satisfacer las necesidades de su causa. El ha confiado a hombres
y mujeres recursos en abundancia para hacer avanzar su plan de
misericordia y benevolencia. Ruega a los de sus recursos, que in-
viertan su dinero en la obra de alimentar a los hambrientos, vestir
a los desnudos y predicar el Evangelio a los pobres. No es posible
alcanzar la perfección del carácter sin abnegación.
Nunca hubo un tiempo más importante en la historia de nuestra
obra que el presente. Recibimos el mensaje del tercer capítulo de
Malaquías que destaca ante nosotros la necesidad de practicar la
honradez en nuestras relaciones con el Señor y su obra. Hermanos
míos, el dinero que usáis para comprar y vender y obtener ganancias