Página 57 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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“De gracia recibisteis, dad de gracia”
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será una maldición para vosotros si retenéis del Señor lo que le
pertenece. Los recursos que os han sido confiados para el progreso
de la obra del Señor debieran utilizarse para enviar el Evangelio a
todas partes del mundo.
Somos testigos de Cristo, y no debemos permitir que intereses
y planes mundanos absorban nuestro tiempo y atención. Hay en
juego intereses más elevados. “Buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia”.
Mateo 6:33
. Cristo se dio a sí mismo voluntaria
y gozosamente para llevar a cabo la voluntad de Dios. Se hizo
obediente hasta la muerte, y una muerte en la cruz. En vista de
todo lo que ha hecho, ¿debiéramos considerar que es un sacrificio
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penoso negar nuestros intereses y ventajas personales? ¿Rehuiremos
participar de los sufrimientos de Cristo? Su muerte debiera conmover
cada fibra de nuestro ser, y hacer que estemos dispuestos a consagrar
a su obra todo lo que poseemos y somos. Al pensar en todo lo que
él ha hecho por nosotros, nuestros corazones debieran llenarse de
gratitud y amor, y debiéramos renunciar a toda manifestación de
egoísmo. ¿Qué deber podría el corazón rehusar llevar a cabo bajo la
influencia compelente del amor de Cristo?
¿No debiéramos hacer mediante actos de abnegación todo lo
que podamos para adelantar la empresa de misericordia de Dios?
¿Podemos contemplar la condescendencia divina, el sufrimiento
soportado por el Hijo de Dios, sin llenarnos con el deseo de que se
nos permita sacrificar algo para él? ¿Acaso no es un elevado honor
que se nos permita cooperar con él? El dejó su hogar celestial para
buscamos. ¿No nos convertiremos, entonces, en sus subpastores, para
buscar a los perdidos y extraviados? ¿No revelaremos en nuestras
vidas su ternura y compasión divinas?
El Señor desea que su pueblo sea considerado y que manifieste
cuidado solícito por los demás. Desea que practiquen la economía
en todo. Si los obreros que trabajan en los campos misioneros pu-
dieran tener los recursos que se gastan en costosos muebles y en
adornos personales, los triunfos de la cruz de Cristo se extenderían
notablemente.
No todos pueden dar ofrendas cuantiosas, no todos pueden hacer
grandes y magníficas obras; pero todos pueden practicar la abne-
gación, y todos pueden manifestar la total ausencia de egoísmo del
Salvador. Algunos pueden llevar grandes dones a la tesorería del