Página 60 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
¿Pero no podéis mostrar un procedimiento mejor? ¿No os ha sido
confiado vuestro dinero para que lo invirtáis sabiamente y lo pongáis
a interés, para que cuando venga el Señor encuentre duplicados los
talentos? ¿No podéis comprender que él quiere que uséis vuestros
recursos para ayudar a edificar casas de culto y sanatorios?
Necesitamos ahora estimar las almas por encima del dinero. Si
conocéis un trabajo más elevado en este mundo que la obra de ganar
almas, una obra que produzca mejores resultados en la inversión de
recursos, ¿no nos hablaríais de ella, para que justifiquemos su valor?
Temo que muchos de nuestro pueblo no comprendan la impor-
tancia de la obra de Dios. Una persona a quien escribí para solicitar
dinero me contestó: “Recibí su carta en la que me pide que le preste
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dinero. Pero había un terreno que mis hijos consideraron aconse-
jable comprar, por lo que invertí mis ahorros en la adquisición de
ese terreno”. Cuánto mejor habría sido para este hermano invertir su
dinero en el establecimiento de sanatorios donde se diera testimonio
de la verdad para este tiempo, o en escuelas que proveerán para
nuestros jóvenes las mejores influencias, y en las cuales pudieran
ser preparados para ser misioneros para Dios.
Hermanos y hermanas, invertid vuestros recursos en establecer
misiones cristianas, desde las cuales la luz de la verdad brille y
atraiga las almas hacia Dios. Un alma, totalmente convertida, que
se convierta en misionera para Dios, ganará a otras almas para el
Salvador.
Dios mismo organizó planes para el progreso de su obra, y ha
provisto a su pueblo con abundancia de recursos, para que cuando
él pida ayuda, ellos puedan responder: “Señor, tu dinero ha ganado
más dinero”.
Si las personas a quienes se ha confiado el dinero de Dios fueran
fieles en llevar a la tesorería del Señor los medios que les fueron
prestados, su obra avanzaría con rapidez. Mucha gente sería ga-
nada para la causa de la verdad, y el día del regreso de Cristo se
apresuraría. Hombres y mujeres deben colocarse bajo la influencia
de obreros fieles, fervorosos y sinceros, que trabajan por las almas
como personas que deben rendir cuentas. Todos los que se bauticen
y adquieran una medida del espíritu apostólico, se sentirán cons-
treñidos a convertirse en misioneros de Dios. Si son fieles y firmes
en la fe, si no venden a su Señor por ganancias, sino que siempre