Página 92 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
obtenerlo? A ventas, a banquetes, a ferias elaboradas, a rifas y cosas
parecidas. A menudo, los lugares consagrados al servicio divino
son profanados por festines en que se bebe, se vende y compra, y
donde la gente se divierte. De este modo desaparece en los jóvenes el
respeto por la casa de Dios y su culto. Disminuye el dominio propio.
El egoísmo, el apetito, el amor por la ostentación son estimulados y
se fortifican con la práctica.
A través de los tiempos, el Señor hizo conocer la manera en que
procede. Cada vez que sobrevino una crisis, él se reveló e intervino
para impedir la ejecución de los planes de Satanás. Muchas veces
permitió que las naciones, familias e individuos llegasen a una crisis,
a fin de que su intervención fuera más destacada. Entonces demostró
la existencia del Dios de Israel, quien afirmará su ley y justificará a
su pueblo.
En el mundo antediluviano, los hombres emplearon todos los
recursos de su ingenio para anular la ley de Jehová. Rechazaban
la autoridad de Dios porque los estorbaba en sus proyectos. Como
en los días del diluvio, se acerca el momento en que el Señor de-
be revelar su omnipotencia. En este tiempo, cuando prevalece la
iniquidad, debemos reconocer que la última gran crisis es inminente.
Cuando el desafío a la ley de Dios sea casi universal, cuando su
pueblo sea oprimido y afligido por sus semejantes, entonces el Señor
intervendrá.
Satanás no duerme, sino que vela para impedir que la segura
palabra profética se cumpla. Con su astucia y poder engañador, se
esfuerza por contrarrestar la voluntad de Dios revelada expresamente
en su Palabra. Durante años, Satanás ha obrado para llegar a dominar
las mentes por medio de sofismas con los cuales ha querido sustituir
la verdad. En este tiempo de peligro, los que practican el bien en el
temor de Dios glorifican su nombre repitiendo la palabra de David:
“Tiempo es de actuar, oh Jehová, porque han invalidado tu ley”.
Salmos 119:126
.
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Los juicios de Dios sobre nuestras ciudades
Estando en Loma Linda, California, el 16 de abril de 1906, pasó
delante de mí una escena asombrosa. En una visión de la noche, yo
estaba sobre una altura desde donde veía las casas sacudirse como