Página 93 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Condiciones en las ciudades
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el viento sacude los juncos. Los edificios, grandes y pequeños, se
derrumbaban. Los sitios de recreo, los teatros, hoteles y palacios
suntuosos eran conmovidos y derribados. Muchas vidas eran des-
truidas y los lamentos de los heridos y aterrorizados llenaban el
espacio.
Los ángeles destructores, enviados por Dios, estaban obrando.
Un simple toque, y los edificios construidos tan sólidamente que los
hombres los consideraban resguardados de todo peligro quedaban
reducidos a un montón de escombros. Ninguna seguridad había en
parte alguna. Personalmente, no me sentía en peligro, pero no puedo
describir las escenas terribles que se desarrollaron ante mi vista. Era
como si la paciencia de Dios se hubiese agotado y hubiese llegado
el día del juicio.
Entonces el ángel que estaba a mi lado me dijo que muy pocas
personas se dan cuenta de la maldad que reina en el mundo hoy,
especialmente en las grandes ciudades. Declaró que el Señor ha
fijado un tiempo cuando su ira castigará a los transgresores por su
persistente menoscabo de su ley.
Aunque terrible, la escena que pasó ante mis ojos no me hizo
tanta impresión como las instrucciones que recibí en esa ocasión.
El ángel que estaba a mi lado declaró que la soberanía de Dios, el
carácter sagrado de su ley, deben ser manifestados a los que rehúsan
obstinadamente obedecer al Rey de reyes. Los que prefieran quedar
infieles habrán de ser heridos por los juicios misericordiosos de Dios,
a fin de que, si posible fuere, lleguen a percatarse de la culpabilidad
de su conducta.
Durante el día siguiente, estuve pensando en las escenas que
habían pasado ante mis ojos y en las instrucciones que las habían
acompañado. Por la tarde fuimos a Glendale, cerca de Los Angeles.
En el transcurso de la noche siguiente, recibí nuevas instrucciones
acerca del carácter santo y obligatorio de los diez mandamientos y
de la supremacía de Dios sobre todos los gobernantes terrenales.
Me parecía estar en medio de una asamblea, presentando al
público los requerimientos de la ley divina. Leí el pasaje relativo
a la institución del sábado en el Edén, al final de la semana de la
creación, y lo referente a la promulgación de la ley en el Sinaí.
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Después declaré que el sábado debe observarse como señal de un