Página 98 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 9 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 9
muchas de esas ciudades, los mensajes del primer ángel y del segun-
do fueron anunciados durante el movimiento de 1844. A nosotros,
como siervos de Dios, se nos ha confiado el mensaje del tercer ángel,
en el cual culmina la obra de los precedentes para preparar un pueblo
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para la venida del Rey. Debemos realizar todos los esfuerzos que
podamos para hacer conocer la verdad a aquellos que están dispues-
tos a oírla, y muchos la escucharán. En todas las grandes ciudades
Dios tiene almas sinceras, deseosas de saber lo que es la verdad.
El tiempo es corto; el Señor desea que todo lo que se relaciona
con su obra sea puesto en orden. Desea que su solemne mensaje de
amonestación e invitación sea proclamado tan extensamente como
puedan darlo sus mensajeros. Nada debemos tolerar en nuestros
planes que pudiera impedir su marcha. “Repite el mensaje, repite el
mensaje”, tales son las palabras que me fueron dirigidas en muchas
ocasiones. “Di a mi pueblo que debe repetir el mensaje en aquellas
localidades donde fue anunciado al principio, y donde una iglesia
tras otra se decidieron por la verdad, y el poder de Dios testificaba
notablemente con respecto al mensaje”.
Durante años, los primeros obreros de nuestra obra lucharon
contra la pobreza, expuestos a numerosas privaciones para asegurar
a la verdad presente una situación ventajosa. Con pocos recursos
trabajaron sin descanso, y Dios bendijo sus humildes esfuerzos. El
mensaje fue proclamado con poder en el este y de allí se expandió
hacia el oeste, hasta que en muchos lugares se crearon centros de in-
fluencia. Puede ser que hoy nuestros obreros no tengan que pasar por
las privaciones de los primeros tiempos; pero las condiciones más
favorables no debieran inducirnos a disminuir nuestros esfuerzos.
Y ahora que el Señor nos ordena proclamar de nuevo el mensaje
con poder en el este, y nos manda entrar en las ciudades del norte,
sur, este y oeste, ¿no responderemos a su llamamiento como un solo
hombre? ¿No haremos planes para mandar nuestros mensajeros a
todos los campos y para sostenerlos generosamente? ¿No irán los
ministros de Dios a aquellas grandes urbes para amonestar a las
multitudes? ¿Para qué sirven nuestras asociaciones, si no es para
proseguir la obra?
Se ha comenzado a proclamar el mensaje del tercer ángel en la
ciudad de Washington y en otras ciudades del sur y el este del país;
pero si queremos satisfacer las expectativas del Señor, tendremos