Página 11 - El Camino a Cristo (1993)

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Amor supremo
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preciosos cantos llenan el aire de melodías, las flores exquisitamente
matizadas que en su perfección lo perfuman, los elevados árboles
del bosque con su rico follaje de viviente verdor, todos atestiguan el
tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y su deseo de hacer felices
a sus hijos.
La Palabra de Dios revela su carácter. El mismo declaró su in-
finito amor y piedad. Cuando Moisés dijo a Dios: “Ruégote me
permitas ver tu gloria,” Jehová respondió: “Yo haré que pase toda
mi benignidad ante tu vista.
Tal es su gloria. El Señor pasó delante
de Moisés y clamó: “Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente,
lento en iras y grande en misericordia y en fidelidad; que usa de
misericordia hasta la milésima generación; que perdona la iniqui-
dad, la transgresión y el pecado.
El es “lento en iras y grande en
misericordia,
“porque se deleita en la misericordia.
Dios unió consigo nuestros corazones, mediante innumerables
pruebas de amor en los cielos y en la tierra. Valiéndose de las cosas
de la naturaleza y los más profundos y tiernos lazos que el corazón
humano pueda conocer en la tierra, procuró revelársenos. Con todo,
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estas cosas sólo representan imperfectamente su amor. Aunque se
dieron todas estas pruebas evidentes, el enemigo del bien cegó el
entendimiento de los hombres, para que éstos mirasen a Dios con
temor y le considerasen severo e implacable. Satanás indujo a los
hombres a concebir a Dios como un ser cuyo principal atributo es
una justicia inexorable, como un juez severo, un acreedor duro y
exigente. Representó al Creador como un ser que velase con ojo
celoso para discernir los errores y las faltas de los hombres y hacer
caer juicios sobre ellos. A fin de disipar esta densa sombra vino el
Señor Jesús a vivir entre los hombres, y manifestó al mundo el amor
infinito de Dios.
El Hijo de Dios descendió del cielo para revelar al Padre. “A Dios
nadie jamás le ha visto: el Hijo unigénito, que está en el seno del
Padre, él le ha dado a conocer.
“Ni al Padre conoce nadie, sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar.
Cuando uno de sus
discípulos le dijo: “Muéstranos al Padre,” Jesús respondió: “Tanto
tiempo hace que estoy con vosotros, ¿y todavía no me conoces,
Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo pues dices
tú: Muéstranos al Padre?