Página 16 - El Camino a Cristo (1993)

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Capítulo 2—La más urgente necesidad del hombre
El hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de
un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armonía
con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos. Pero
por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo
reemplazó el amor. Su naturaleza quedó tan debilitada por la trans-
gresión que ya no pudo, por su propia fuerza, resistir el poder del
mal. Fué hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para
siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial. El
tentador quería desbaratar el propósito que Dios había tenido cuando
creó al hombre. Así llenaría la tierra de sufrimiento y desolación y
luego señalaría todo ese mal como resultado de la obra de Dios al
crear al hombre.
En su estado de inocencia, el hombre gozaba de completa co-
munión con Aquel “en quien están escondidos todos los tesoros de
la sabiduría y de la ciencia.
Pero después de su caída no pudo
encontrar gozo en la santidad y procuró ocultarse de la presencia de
Dios. Tal es aún la condición del corazón que no ha sido regenerado.
No está en armonía con Dios ni encuentra gozo en la comunión
con El. El pecador no podría ser feliz en la presencia de Dios; le
desagradaría la compañía de los seres santos. Y si se le pudiese ad-
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mitir en el cielo, no hallaría placer allí. El espíritu de amor abnegado
que reina allí, donde todo corazón corresponde al Corazón del amor
infinito, no haría vibrar en su alma cuerda alguna de simpatía. Sus
pensamientos, sus intereses y móviles serían distintos de los que
mueven a los moradores celestiales. Sería una nota discordante en
la melodía del cielo. Este sería para él un lugar de tortura. Ansiaría
esconderse de la presencia de Aquel que es su luz y el centro de su
gozo. No es un decreto arbitrario de parte de Dios el que excluye
del cielo a los impíos. Ellos mismos se han cerrado las puertas por
su propia ineptitud para el compañerismo que allí reina. La gloria de
Dios sería para ellos un fuego consumidor. Desearían ser destruídos
a fin de ocultarse del rostro de Aquel que murió para salvarlos.
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