La más urgente necesidad del hombre
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Cristo, quien dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre sino por mí.
El corazón de Dios suspira por sus hijos terrenales con un amor
más fuerte que la muerte. Al dar a su Hijo nos ha vertido todo el cielo
en un don. La vida, la muerte y la intercesión del Salvador, el minis-
terio de los ángeles, las súplicas del Espíritu Santo, el Padre que obra
sobre todo y por todo, el interés incesante de los seres celestiales,
todos son movilizados en favor de la redención del hombre.
¡Oh, contemplemos el sacrificio asombroso que fué hecho para
nuestro beneficio! Procuremos apreciar el trabajo y la energía que
el Cielo consagra a rescatar al perdido y hacerlo volver a la casa
de su Padre. Jamás podrían haberse puesto en acción motivos más
fuertes y energías más poderosas. ¿Acaso los grandiosos galardones
por el bien hacer, el disfrute del cielo, la compañía de los ángeles,
la comunión y el amor de Dios y de su Hijo, la elevación y el
acrecentamiento de todas nuestras facultades por las edades eternas
no son incentivos y estímulos poderosos que nos instan a dedicar a
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nuestro Creador y Salvador el amante servicio de nuestro corazón?
Y por otra parte, los juicios de Dios pronunciados contra el
pecado, la retribución inevitable, la degradación de nuestro carác-
ter y la destrucción final se presentan en la Palabra de Dios para
amonestarnos contra el servicio de Satanás.
¿No apreciaremos la misericordia de Dios? ¿Qué más podía
El hacer? Entremos en perfecta relación con Aquel que nos amó
con amor asombroso. Aprovechemos los medios que nos han sido
provistos para que seamos transformados conforme a su semejanza y
restituídos a la comunión de los ángeles ministradores, a la armonía
y comunión del Padre y del Hijo.
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Colosenses 2:3
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Job 14:4
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Romanos 8:7
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Juan 3:3
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1 Corintios 2:14
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Juan 3:7
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Juan 1:4 (V. Valera)
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Hechos 4:12
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Romanos 7:16, 12, 14
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Romanos 7:24
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Juan 1:29
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