Página 21 - El Camino a Cristo (1993)

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Capítulo 3—Un poder misterioso que convence
¿Como se justificará el hombre con Dios? ¿Cómo se hará justo
el pecador? Sólo por intermedio de Cristo podemos ser puestos en
armonía con Dios y con la santidad; pero ¿cómo debemos ir a Cristo?
Muchos formulan hoy la misma pregunta que hizo la multitud el
día de Pentecostés, cuando, convencida de pecado, exclamó: “¿Qué
haremos?” La primera palabra de la contestación del apóstol Pedro
fué: “Arrepentíos.” Poco después, en otra ocasión, dijo: “Arrepentíos
pues, y volveos a Dios; para que sean borrados vuestros pecados.
El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y abandono
del mismo. No renunciamos al pecado a menos que veamos su
pecaminosidad. Mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá
cambio real en nuestra vida.
Muchos no entienden la naturaleza verdadera del arrepentimien-
to. Muchas personas se entristecen por haber pecado, y aun se re-
forman exteriormente, porque temen que su mala vida les acarree
sufrimientos. Pero esto no es arrepentimiento en el sentido bíbli-
co. Lamentan el dolor más bien que el pecado. Tal fué el pesar de
Esaú cuando vió que había perdido su primogenitura para siempre.
Balaam, aterrorizado por el ángel que estaba en su camino con la
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espada desenvainada, reconoció su culpa porque temía perder la
vida, mas no experimentó un sincero arrepentimiento del pecado; no
cambió de propósito ni aborreció el mal. Judas Iscariote, después de
traicionar a su Señor, exclamó: “¡He pecado entregando la sangre
inocente!
Esta confesión fué arrancada a su alma culpable por un tremendo
sentimiento de condenación y una pavorosa expectación de juicio.
Las consecuencias que habría de cosechar le llenaban de terror,
pero no experimentó profundo quebrantamiento de corazón ni dolor
en su alma por haber traicionado al Hijo inmaculado de Dios y
negado al Santo de Israel. Cuando el faraón de Egipto sufría bajo
los juicios de Dios, reconocía su pecado a fin de escapar al castigo,
pero volvía a desafiar al Cielo tan pronto como cesaban las plagas.
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