Página 33 - El Camino a Cristo (1993)

Basic HTML Version

Para obtener la paz interior
29
citas tocante a este asunto. La confesión de nuestros pecados, ya
sea pública o privada, debe ser de corazón y voluntaria. No debe ser
arrancada al pecador. No debe hacerse de un modo ligero y descui-
dado o exigirse de aquellos que no tienen una comprensión real del
carácter aborrecible del pecado. La confesión que brota de lo íntimo
del alma sube al Dios de piedad infinita. El salmista dice: “Cercano
está Jehová a los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu
contrito.
La verdadera confesión es siempre de un carácter específico y
reconoce pecados particulares. Pueden ser de tal naturaleza que sólo
puedan presentarse delante de Dios. Pueden ser males que deban
confesarse individualmente a los que hayan sufrido daño por ellos;
pueden ser de un carácter público, y en ese caso deberán confesarse
públicamente. Pero toda confesión debe hacerse definida y directa,
para reconocer en forma definida los pecados de los que uno sea
culpable.
[39]
En los días de Samuel los israelitas se alejaron de Dios. Estaban
sufriendo las consecuencias del pecado, pues habían perdido su fe en
Dios, el discernimiento de su poder y de su sabiduría para gobernar
a la nación, y no confiaban en la capacidad del Señor para defender y
vindicar su causa. Se apartaron del gran Gobernante del universo, y
desearon ser gobernados como las naciones que los rodeaban. Antes
de encontrar paz hicieron esta confesión explícita: “Porque a todos
nuestros pecados hemos añadido esta maldad de pedir para nosotros
un rey.
Tenían que confesar el preciso pecado del cual se habían
hecho culpables. Su ingratitud oprimía sus almas y los separaba de
Dios.
La confesión no es aceptable para Dios si no va acompañada
por un arrepentimiento sincero y una reforma. Debe haber cambios
decididos en la vida; todo lo que ofenda a Dios debe dejarse. Tal será
el resultado de una verdadera tristeza por el pecado. Se nos presenta
claramente lo que tenemos que hacer de nuestra parte: “¡Lavaos,
limpiaos; apartad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos;
cesad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad lo justo;
socorred al oprimido; mantened el derecho del huérfano, defended la
causa de la viuda.
“Si el inicuo devolviere la prenda, restituyere lo
robado, y anduviere en los estatutos de la vida, sin cometer iniquidad,
ciertamente vivirá; no morirá.
El apóstol Pablo dice, hablando de