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              El Camino a Cristo
            
            
              No ganamos la salvación con nuestra obediencia; porque la
            
            
              salvación es el don gratuito de Dios, que se recibe por la fe. Pero la
            
            
              obediencia es el fruto de la fe. “Sabéis que él fué manifestado para
            
            
              quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo aquel que mora en
            
            
              él no peca; todo aquel que peca no le ha visto, ni le ha conocido.
            
            
            
            
              He aquí la verdadera prueba. Si moramos en Cristo, si el amor de
            
            
              Dios está en nosotros, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos,
            
            
              nuestros designios, nuestras acciones, estarán en armonía con la
            
            
              voluntad de Dios, según se expresa en los preceptos de su santa ley.
            
            
              “¡Hijitos míos, no dejéis que nadie os engañe! el que obra justicia es
            
            
              justo, así como él es justo.
            
            
            
            
              La justicia se define por la norma de la
            
            
              santa ley de Dios, expresada en los diez mandamientos dados en el
            
            
              Sinaí.
            
            
              La así llamada fe en Cristo que, según se sostiene, exime a
            
            
              los hombres de la obligación de obedecer a Dios, no es fe, sino
            
            
              presunción. “Por gracia sois salvos, por medio de la fe.” Mas “la
            
            
              fe, si no tuviere obras, es de suyo muerta.
            
            
            
            
              El Señor Jesús dijo
            
            
              de sí mismo antes de venir al mundo: “Me complazco en hacer tu
            
            
              voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi corazón.
            
            
            
            
              Y
            
            
              cuando estaba por ascender de nuevo al cielo, dijo: “Yo he guardado
            
            
              [62]
            
            
              los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.
            
            
            
            
              La
            
            
              Escritura afirma: “Y en esto sabemos que le conocemos a él: si
            
            
              guardamos sus mandamientos. ... El que dice que mora en él, debe
            
            
              también él mismo andar así como él anduvo.
            
            
            
            
              “Pues que Cristo
            
            
              también sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo, para que sigáis en
            
            
              sus pisadas.
            
            
            
            
              La condición para alcanzar la vida eterna es ahora exactamente
            
            
              la misma de siempre, tal cual era en el paraíso antes de la caída
            
            
              de nuestros primeros padres: la perfecta obediencia a la ley de
            
            
              Dios, la perfecta justicia. Si la vida eterna se concediera con alguna
            
            
              condición inferior a ésta, peligraría la felicidad de todo el universo.
            
            
              Se le abriría la puerta al pecado con toda su secuela de dolor y
            
            
              miseria para siempre.
            
            
              Antes que Adán cayese le era posible desarrollar un carácter
            
            
              justo por la obediencia a la ley de Dios. Mas no lo hizo, y por
            
            
              causa de su caída tenemos una naturaleza pecaminosa y no podemos
            
            
              hacernos justos a nosotros mismos. Puesto que somos pecadores
            
            
              y malos, no podemos obedecer perfectamente una ley santa. No