El secreto del crecimiento
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para los que en El confían. El es su “luz eterna,” “escudo y sol.
Será “como el rocío a Israel.” “Descenderá como la lluvia sobre el
césped cortado.
El es el agua viva, “el pan de Dios... que descendió
del cielo, y da vida al mundo.
En el don incomparable de su Hijo, Dios rodeó al mundo entero
con una atmósfera de gracia tan real como el aire que circula en
derredor del globo. Todos los que decidan respirar esta atmósfera
vivificante vivirán y crecerán hasta alcanzar la estatura de hombres
y mujeres en Cristo Jesús.
Como la flor se vuelve hacia el sol para que los brillantes rayos le
ayuden a perfeccionar su belleza y simetría, así debemos volvernos
hacia el Sol de justicia, a fin de que la luz celestial brille sobre
nosotros y nuestro carácter se transforme a la imagen de Cristo.
El Señor Jesús enseña la misma cosa cuando dice: “Permaneced
en mí, y yo en vosotros. Como no puede el sarmiento llevar fruto
de sí mismo, si no permaneciere en la vid, así tampoco vosotros, si
no permaneciereis en mí. ... Porque separados de mí nada podéis
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hacer.
Como la rama depende del tronco principal para su creci-
miento y fructificación, así también vosotros necesitáis el auxilio de
Cristo para poder vivir una vida santa. Fuera de El no tenéis vida.
No hay poder en vosotros para resistir la tentación o para crecer en la
gracia o en la santidad. Morando en El, podéis florecer. Recibiendo
vuestra vida de El, no os marchitaréis ni seréis estériles. Seréis como
el árbol plantado junto a arroyos de aguas.
Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra
solos. Confiaron en Cristo para obtener el perdón de sus pecados,
pero ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos. Mas
todo esfuerzo tal fracasará. El Señor Jesús dice: “Porque separados
de mí nada podéis hacer.” Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro
gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo.
Sólo estando en comunión con El diariamente y permaneciendo
en El cada hora es como hemos de crecer en la gracia. El no es
solamente el autor de nuestra fe sino también su consumador. Ocupa
el primer lugar, el último y todo otro lugar. Estará con nosotros, no
sólo al principio y al fin de nuestra carrera, sino en cada paso del
camino. David dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí;
porque estando él a mi diestra, no resbalaré.