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              El Camino a Cristo
            
            
              Preguntaréis tal vez: “¿Cómo permaneceremos en Cristo?” Pues,
            
            
              del mismo modo en que le recibisteis al principio. “De la manera,
            
            
              pues, que recibisteis a Cristo Jesús el Señor, así andad en él.” “El
            
            
              justo... vivirá por la fe.
            
            
            
            
              Os entregasteis a Dios para ser completa-
            
            
              mente suyos, para servirle y obedecerle, y aceptasteis a Cristo como
            
            
              [70]
            
            
              vuestro Salvador. No podíais por vosotros mismos expiar vuestros
            
            
              pecados o cambiar vuestro corazón; pero habiéndoos entregado a
            
            
              Dios, creísteis que por causa de Cristo el Señor hizo todo aquello
            
            
              por vosotros. Por la
            
            
              fe
            
            
              llegasteis a ser de Cristo, y por la fe tenéis que
            
            
              crecer en El, dando y recibiendo. Tenéis que
            
            
              darle
            
            
              todo: el corazón,
            
            
              la voluntad, la vida, daros a El para obedecerle en todo lo que os
            
            
              pida; y debéis
            
            
              recibirlo
            
            
              todo: a Cristo, la plenitud de toda bendi-
            
            
              ción, para que more en vuestro corazón, sea vuestra fuerza, vuestra
            
            
              justicia, vuestro eterno Auxiliador, y os dé poder para obedecer.
            
            
              Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de esto tu primer
            
            
              trabajo. Sea tu oración: “Tómame ¡oh Señor! como enteramente
            
            
              tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Usame hoy en tu servicio.
            
            
              Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti.” Este es un asunto
            
            
              diario. Cada mañana, conságrate a Dios por ese día. Somete todos
            
            
              tus planes a El, para ponerlos en práctica o abandonarlos, según te
            
            
              lo indicare su providencia. Podrás así poner cada día tu vida en las
            
            
              manos de Dios, y ella será cada vez más semejante a la de Cristo.
            
            
              La vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya éx-
            
            
              tasis de los sentimientos, pero debe haber una confianza continua
            
            
              y apacible. Tu esperanza no se cifra en ti mismo, sino en Cristo.
            
            
              Tu debilidad está unida a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu
            
            
              fragilidad a su eterno poder. Así que no has de mirar a ti mismo ni
            
            
              depender de ti, sino mirar a Cristo. Piensa en su amor, en la belleza
            
            
              y perfección de su carácter. Cristo en su abnegación, Cristo en su hu-
            
            
              millación, Cristo en su pureza y santidad, Cristo en su incomparable
            
            
              amor: tal es el tema que debe contemplar el alma. Amándole, imitán-
            
            
              [71]
            
            
              dole, dependiendo enteramente de El, es como serás transformado a
            
            
              su semejanza.
            
            
              El Señor dice: “Permaneced en mí.” Estas palabras expresan una
            
            
              idea de descanso, estabilidad, confianza. También nos invita: “¡Venid
            
            
              a mí... y os daré descanso!
            
            
            
            
              Las palabras del salmista hacen resaltar
            
            
              el mismo pensamiento: “Confía calladamente en Jehová, y espérale
            
            
              con paciencia.” E Isaías asegura que “en quietud y en confianza será