Página 55 - El Camino a Cristo (1993)

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El secreto del crecimiento
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vuestra fortaleza.
Este descanso no se obtiene en la inactividad;
porque en la invitación del Salvador la promesa de descanso va unida
con un llamamiento a trabajar: “Tomad mi yugo sobre vosotros, y...
hallaréis descanso.
El corazón que más plenamente descansa en
Cristo es el más ardiente y activo en el trabajo para El.
Cuando pensamos mucho en nosotros mismos, nos alejamos de
Cristo, la fuente de la fortaleza y la vida. Por esto Satanás se esfuerza
constantemente por mantener la atención apartada del Salvador, a
fin de impedir la unión y comunión del alma con Cristo. Valiéndose
de los placeres del mundo, los cuidados, perplejidades y tristezas
de la vida, así como de nuestras propias faltas e imperfecciones,
o de las ajenas, procura desviar nuestra atención hacia todas estas
cosas, o hacia algunas de ellas. No nos dejemos engañar por sus
maquinaciones. Con demasiada frecuencia logra que muchos, real-
mente concienzudos y deseosos de vivir para Dios, se detengan en
sus propios defectos y debilidades, y separándolos así de Cristo,
espera obtener la victoria. No debemos hacer de nuestro yo el centro
de nuestros pensamientos, ni alimentar ansiedad ni temor acerca
de si seremos salvos o no. Todo esto desvía el alma de la Fuente
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de nuestra fortaleza. Encomendemos a Dios la custodia de nuestra
alma, y confiemos en El. Hablemos del Señor Jesús y pensemos
en El. Piérdase en El nuestra personalidad. Desterremos toda duda;
disipemos nuestros temores. Digamos con el apóstol Pablo: “Vivo;
mas no ya yo, sino que Cristo vive en mí: y aquella vida que ahora
vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó,
y se dió a sí mismo por mí.
Reposemos en Dios. El puede guardar
lo que le hemos confiado. Si nos ponemos en sus manos, nos hará
más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
Cuando Cristo se humanó, vinculó a la humanidad consigo me-
diante un lazo que ningún poder es capaz de romper, salvo la decisión
del hombre mismo. Satanás nos presentará de continuo incentivos
para inducirnos a romper ese lazo, a decidir que nos separemos de
Cristo. Necesitamos velar, luchar y orar, para que nada pueda indu-
cirnos a elegir otro maestro; pues estamos siempre libres para hacer
esto. Mantengamos por lo tanto los ojos fijos en Cristo, y El nos
preservará. Confiando en Jesús, estamos seguros. Nada puede arre-
batarnos de su mano. Si le contemplamos constantemente, “somos