El secreto del crecimiento
            
            
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              vuestra fortaleza.
            
            
            
            
              Este descanso no se obtiene en la inactividad;
            
            
              porque en la invitación del Salvador la promesa de descanso va unida
            
            
              con un llamamiento a trabajar: “Tomad mi yugo sobre vosotros, y...
            
            
              hallaréis descanso.
            
            
            
            
              El corazón que más plenamente descansa en
            
            
              Cristo es el más ardiente y activo en el trabajo para El.
            
            
              Cuando pensamos mucho en nosotros mismos, nos alejamos de
            
            
              Cristo, la fuente de la fortaleza y la vida. Por esto Satanás se esfuerza
            
            
              constantemente por mantener la atención apartada del Salvador, a
            
            
              fin de impedir la unión y comunión del alma con Cristo. Valiéndose
            
            
              de los placeres del mundo, los cuidados, perplejidades y tristezas
            
            
              de la vida, así como de nuestras propias faltas e imperfecciones,
            
            
              o de las ajenas, procura desviar nuestra atención hacia todas estas
            
            
              cosas, o hacia algunas de ellas. No nos dejemos engañar por sus
            
            
              maquinaciones. Con demasiada frecuencia logra que muchos, real-
            
            
              mente concienzudos y deseosos de vivir para Dios, se detengan en
            
            
              sus propios defectos y debilidades, y separándolos así de Cristo,
            
            
              espera obtener la victoria. No debemos hacer de nuestro yo el centro
            
            
              de nuestros pensamientos, ni alimentar ansiedad ni temor acerca
            
            
              de si seremos salvos o no. Todo esto desvía el alma de la Fuente
            
            
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              de nuestra fortaleza. Encomendemos a Dios la custodia de nuestra
            
            
              alma, y confiemos en El. Hablemos del Señor Jesús y pensemos
            
            
              en El. Piérdase en El nuestra personalidad. Desterremos toda duda;
            
            
              disipemos nuestros temores. Digamos con el apóstol Pablo: “Vivo;
            
            
              mas no ya yo, sino que Cristo vive en mí: y aquella vida que ahora
            
            
              vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó,
            
            
              y se dió a sí mismo por mí.
            
            
            
            
              Reposemos en Dios. El puede guardar
            
            
              lo que le hemos confiado. Si nos ponemos en sus manos, nos hará
            
            
              más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.
            
            
              Cuando Cristo se humanó, vinculó a la humanidad consigo me-
            
            
              diante un lazo que ningún poder es capaz de romper, salvo la decisión
            
            
              del hombre mismo. Satanás nos presentará de continuo incentivos
            
            
              para inducirnos a romper ese lazo, a decidir que nos separemos de
            
            
              Cristo. Necesitamos velar, luchar y orar, para que nada pueda indu-
            
            
              cirnos a elegir otro maestro; pues estamos siempre libres para hacer
            
            
              esto. Mantengamos por lo tanto los ojos fijos en Cristo, y El nos
            
            
              preservará. Confiando en Jesús, estamos seguros. Nada puede arre-
            
            
              batarnos de su mano. Si le contemplamos constantemente, “somos