Página 64 - El Camino a Cristo (1993)

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Capítulo 10—Los dos lenguajes de la providencia
Son muchas las maneras en que Dios procura dársenos a conocer
y ponernos en comunión con El. La naturaleza habla sin cesar a
nuestros sentidos. El corazón que esté preparado quedará impresio-
nado por el amor y la gloria de Dios según los revelan las obras de
sus manos. El oído atento puede escuchar y entender las comunica-
ciones de Dios por las cosas de la naturaleza. Los verdes campos,
los elevados árboles, los capullos y las flores, la nubecilla que pasa,
la lluvia que cae, el arroyo que murmura, las glorias de los cielos,
hablan a nuestro corazón y nos invitan a conocer a Aquel que lo hizo
todo.
Nuestro Salvador entrelazó sus preciosas lecciones con las cosas
de la naturaleza. Los árboles, los pájaros, las flores de los valles, las
colinas, los lagos y los hermosos cielos, así como los incidentes y las
circunstancias de la vida diaria, fueron todos ligados a las palabras
de verdad, para que así sus lecciones fuesen traídas a menudo a la
memoria, aun en medio de los cuidados de la vida de trabajo del
hombre.
Dios quiere que sus hijos aprecien sus obras y se deleiten en la
sencilla y tranquila hermosura con que El adornó nuestra morada
terrenal. El es amante de lo bello, y sobre todo ama la belleza del
carácter, que es más atractiva que todo lo externo, y quiere que
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cultivemos la pureza y la sencillez, gracias características de las
flores.
Si tan sólo queremos escuchar, las obras que Dios creó nos
enseñarán preciosas lecciones de obediencia y confianza. Desde
las estrellas que en su carrera sin huella por el espacio siguen de
siglo en siglo los derroteros que les asignó, hasta el átomo más
diminuto, las cosas de la naturaleza obedecen a la voluntad del
Creador. Y Dios cuida y sostiene todo lo que creó. El que sustenta
los innumerables mundos diseminados por la inmensidad, también
tiene cuidado del gorrioncillo que entona sin temor su humilde canto.
Cuando los hombres van a su trabajo, o están orando; cuando se
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