Página 65 - El Camino a Cristo (1993)

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Los dos lenguajes de la providencia
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acuestan por la noche o se levantan por la mañana; cuando el rico se
sacia en el palacio, o cuando el pobre reúne a sus hijos alrededor de
su escasa mesa, el Padre celestial vigila tiernamente a todos. No se
derraman lágrimas sin que El lo note. No hay sonrisa que para El
pase inadvertida.
Si creyéramos implícitamente esto, desecharíamos toda ansiedad
indebida. Nuestras vidas no estarían tan llenas de desengaños como
ahora; porque cada cosa, grande o pequeña, se dejaría en las manos
de Dios, quien no se confunde por la multiplicidad de los cuidados,
ni se abruma por su peso. Entonces nuestra alma gozaría de un
reposo que muchos desconocen desde hace largo tiempo.
Cuando vuestros sentidos se deleiten en la amena belleza de la
tierra, pensad en el mundo venidero, que nunca conocerá mancha
de pecado ni de muerte; donde la faz de la naturaleza no llevará
más la sombra de la maldición. Represéntese vuestra imaginación la
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morada de los salvos; y recordad que será más gloriosa que cuanto
pueda figurarse la más brillante imaginación. En los variados dones
de Dios en la naturaleza no vemos sino el reflejo más pálido de
su gloria. Está escrito: “Cosas que ojo no vió, ni oído oyó, y que
jamás entraron en pensamiento humano—las cosas grandes que ha
preparado Dios para los que le aman.
El poeta y el naturalista tienen muchas cosas que decir acerca
de la naturaleza, pero es el creyente quien más goza de la belleza
de la tierra, porque reconoce la obra de las manos de su Padre y
percibe su amor, en la flor, el arbusto y el árbol. Nadie que no los
mire como una expresión del amor de Dios al hombre puede apreciar
plenamente la significación de la colina, del valle, del río y del mar.
Dios nos habla mediante sus obras providenciales y la influencia
de su Espíritu Santo en el corazón. En nuestras circunstancias y
ambiente, en los cambios que suceden diariamente en torno nuestro
podemos encontrar preciosas lecciones, si tan sólo nuestros corazo-
nes están abiertos para recibirlas. El salmista, rastreando la obra de
la Providencia divina, dice: “La tierra está llena de la misericordia
de Jehová.
“¡Quien sea sabio, observe estas cosas; y consideren
todos la misericordia de Jehová!
Dios nos habla también en su Palabra. En ella tenemos, en líneas
más claras, la revelación de su carácter, de su trato con los hombres
y de la gran obra de la redención. En ella se nos presenta la historia