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              El Camino a Cristo
            
            
              Debemos orar también en el círculo de nuestra familia; y sobre
            
            
              todo no descuidar la oración privada, porque ella es la vida del
            
            
              alma. Es imposible que el alma florezca cuando se descuida la
            
            
              oración. La sola oración pública o con la familia no es suficiente.
            
            
              En medio de la soledad, abrid vuestra alma al ojo penetrante de
            
            
              Dios. La oración secreta sólo debe ser oída por el Dios que oye
            
            
              [99]
            
            
              las oraciones. Ningún oído curioso debe recibir el peso de tales
            
            
              peticiones. En la oración privada el alma está libre de las influencias
            
            
              del ambiente, libre de excitación. Tranquila pero fervientemente se
            
            
              elevará la oración hacia Dios. Dulce y permanente será la influencia
            
            
              que dimana de Aquel que ve en lo secreto, cuyo oído está abierto
            
            
              a la oración que brota del corazón. Por una fe sencilla y serena el
            
            
              alma se mantiene en comunión con Dios, y recoge los rayos de la
            
            
              luz divina para fortalecerse y sostenerse en la lucha contra Satanás.
            
            
              Dios es el castillo de nuestra fortaleza.
            
            
              Orad en vuestro gabinete; mientras atendéis a vuestro trabajo
            
            
              cotidiano, levantad a menudo vuestro corazón a Dios. Así fué como
            
            
              anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas suben como
            
            
              precioso incienso ante el trono de la gracia. Satanás no puede vencer
            
            
              a aquel cuyo corazón está así apoyado en Dios.
            
            
              No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No
            
            
              hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente
            
            
              oración. En medio de las multitudes de las calles o en medio de una
            
            
              sesión de nuestros negocios, podemos elevar a Dios una oración e
            
            
              implorar la dirección divina, como lo hizo Nehemías cuando presen-
            
            
              tó una petición delante del rey Artajerjes. Dondequiera que estemos
            
            
              podemos estar en comunión con Dios. Debemos tener abierta de
            
            
              continuo la puerta del corazón e invitar siempre al Señor Jesús a
            
            
              venir y morar en nuestra alma como huésped celestial.
            
            
              Aunque estemos rodeados de una atmósfera corrompida y manci-
            
            
              llada, no necesitamos respirar sus miasmas; antes bien podemos vivir
            
            
              en el ambiente limpio del cielo. Elevando el alma a Dios mediante
            
            
              la oración sincera podemos cerrar la entrada a toda imaginación
            
            
              [100]
            
            
              impura y a todo pensamiento impío. Aquellos cuyo corazón esté
            
            
              abierto para recibir el apoyo y la bendición de Dios andarán en una
            
            
              atmósfera más santa que la del mundo y tendrán constante comunión
            
            
              con el cielo.