Página 74 - El Camino a Cristo (1993)

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El Camino a Cristo
Debemos orar también en el círculo de nuestra familia; y sobre
todo no descuidar la oración privada, porque ella es la vida del
alma. Es imposible que el alma florezca cuando se descuida la
oración. La sola oración pública o con la familia no es suficiente.
En medio de la soledad, abrid vuestra alma al ojo penetrante de
Dios. La oración secreta sólo debe ser oída por el Dios que oye
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las oraciones. Ningún oído curioso debe recibir el peso de tales
peticiones. En la oración privada el alma está libre de las influencias
del ambiente, libre de excitación. Tranquila pero fervientemente se
elevará la oración hacia Dios. Dulce y permanente será la influencia
que dimana de Aquel que ve en lo secreto, cuyo oído está abierto
a la oración que brota del corazón. Por una fe sencilla y serena el
alma se mantiene en comunión con Dios, y recoge los rayos de la
luz divina para fortalecerse y sostenerse en la lucha contra Satanás.
Dios es el castillo de nuestra fortaleza.
Orad en vuestro gabinete; mientras atendéis a vuestro trabajo
cotidiano, levantad a menudo vuestro corazón a Dios. Así fué como
anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas suben como
precioso incienso ante el trono de la gracia. Satanás no puede vencer
a aquel cuyo corazón está así apoyado en Dios.
No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No
hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente
oración. En medio de las multitudes de las calles o en medio de una
sesión de nuestros negocios, podemos elevar a Dios una oración e
implorar la dirección divina, como lo hizo Nehemías cuando presen-
tó una petición delante del rey Artajerjes. Dondequiera que estemos
podemos estar en comunión con Dios. Debemos tener abierta de
continuo la puerta del corazón e invitar siempre al Señor Jesús a
venir y morar en nuestra alma como huésped celestial.
Aunque estemos rodeados de una atmósfera corrompida y manci-
llada, no necesitamos respirar sus miasmas; antes bien podemos vivir
en el ambiente limpio del cielo. Elevando el alma a Dios mediante
la oración sincera podemos cerrar la entrada a toda imaginación
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impura y a todo pensamiento impío. Aquellos cuyo corazón esté
abierto para recibir el apoyo y la bendición de Dios andarán en una
atmósfera más santa que la del mundo y tendrán constante comunión
con el cielo.