Página 75 - El Camino a Cristo (1993)

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¿Puede el hombre comunicarse con la divinidad?
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Necesitamos tener ideas más claras del Señor Jesús y una com-
prensión más completa del valor de las realidades eternas. La her-
mosura de la santidad ha de saciar el corazón de los hijos de Dios; y
para que esto suceda debemos buscar las revelaciones de las cosas
celestiales.
Esfuércese nuestra alma y elévese para que Dios nos permita
respirar la atmósfera celestial. Podemos mantenernos tan cerca de
Dios que en cualquier prueba inesperada nuestros pensamientos se
vuelvan hacia El tan naturalmente como la flor se vuelve hacia el
sol.
Presentad a Dios vuestras necesidades, tristezas, gozos, cuidados
y temores. No podéis agobiarle ni cansarle. El que tiene contados
los cabellos de vuestra cabeza no es indiferente a las necesidades de
sus hijos. “Porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.
Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aun por
nuestra presentación de ellas. Llevadle todo lo que confunda vuestra
mente. Ninguna cosa es demasiado grande para que El no la pueda
soportar, pues sostiene los mundos y rige todos los asuntos del
universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz
es tan pequeña que El no la note. No hay en nuestra experiencia
ningún pasaje tan obscuro que El no lo pueda leer, ni perplejidad
tan grande que no la pueda desenredar. Ninguna calamidad puede
acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar
el alma, ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera escaparse de
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los labios, sin que el Padre celestial lo note, sin que tome en ello un
interés inmediato. El “sana a los quebrantados de corazón, y venda
sus heridas.
Las relaciones entre Dios y cada una de las almas son
tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por la cual hubiera
dado a su Hijo amado.
El Señor Jesús decía: “Pediréis en mi nombre; y no os digo que
yo rogaré al Padre por vosotros; porque el Padre mismo os ama.
“Yo os elegí a vosotros, ... para que todo cuanto pidiereis al Padre
en mi nombre, él os lo dé.
Orar en el nombre del Señor Jesús es
más que hacer simplemente mención de su nombre al principio y
al fin de la oración. Es orar con los sentimientos y el espíritu de El,
creyendo en sus promesas, confiando en su gracia y haciendo sus
obras.