La fuente de regocijo y felicidad
            
            
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              fruto en la vida de otros, y acaso sea imposible contrarrestar la
            
            
              influencia de vuestras palabras. Tal vez podáis reponeros vosotros
            
            
              de la hora de la tentación y del lazo de Satanás; mas puede ser que
            
            
              otros que hayan sido dominados por vuestra influencia, no alcancen
            
            
              a escapar de la incredulidad que hayáis insinuado. ¡Cuánto importa
            
            
              que expresemos tan sólo cosas que den fuerza espiritual y vida!
            
            
              Los ángeles están atentos para oír qué clase de informe dais al
            
            
              mundo acerca de vuestro Señor. Conversad de Aquel que vive para
            
            
              interceder por nosotros ante el Padre. Esté la alabanza de Dios en
            
            
              vuestros labios y corazones cuando estrechéis la mano de un amigo.
            
            
              Esto atraerá sus pensamientos al Señor Jesús.
            
            
              Todos tenemos pruebas, aflicciones duras que sobrellevar y fuer-
            
            
              tes tentaciones que resistir. Pero no las contéis a los mortales, sino
            
            
              llevadlo todo a Dios, en oración. Tengamos por regla el no proferir
            
            
              una sola palabra de duda o desaliento. Podemos hacer mucho más
            
            
              [120]
            
            
              para alumbrar el camino de los demás y sostener sus esfuerzos si
            
            
              hablamos palabras de esperanza y buen ánimo.
            
            
              Hay muchas almas valientes que están en extremo acosadas por
            
            
              la tentación, casi a punto de desmayar en el conflicto que sostienen
            
            
              consigo mismas y con las potencias del mal. No las desalentéis en su
            
            
              dura lucha. Alegradlas con palabras de valor, ricas en esperanza, que
            
            
              las insten a avanzar. De este modo podéis reflejar la luz de Cristo.
            
            
              “Ninguno de nosotros vive para sí.
            
            
            
            
              Por vuestra influencia incons-
            
            
              ciente pueden los demás ser alentados y fortalecidos, o desanimados
            
            
              y apartados de Cristo y de la verdad.
            
            
              Muchos tienen ideas muy erróneas acerca de la vida y el carácter
            
            
              de Cristo. Piensan que carecía de calor y alegría, que era austero,
            
            
              severo y triste. Para muchos toda la vida religiosa se presenta bajo
            
            
              este aspecto sombrío.
            
            
              Se dice a menudo que Jesús lloró, pero que nunca se supo que
            
            
              haya sonreído. Nuestro Salvador fué a la verdad Varón de dolores
            
            
              y experimentado en quebranto, porque abrió su corazón a todas
            
            
              las miserias de los hombres. Pero aunque fué la suya una vida de
            
            
              abnegación, dolores y cuidados, su espíritu no quedó abrumado por
            
            
              ellos. En su rostro no se veía una expresión de amargura o queja,
            
            
              sino siempre de paz y serenidad. Su corazón era un manantial de
            
            
              vida. Y doquiera iba, llevaba descanso y paz, gozo y alegría.