Página 91 - El Camino a Cristo (1993)

Basic HTML Version

La fuente de regocijo y felicidad
87
¿Hacemos bien en ser así incrédulos? ¿Por qué ser ingratos y
desconfiados? Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado
en nuestro bienestar. No debemos tolerar que las perplejidades y
congojas cotidianas aflijan nuestro espíritu y obscurezcan nuestro
semblante. Si lo permitimos, habrá siempre algo que nos moleste
y fatigue. No debemos dar entrada a los cuidados que sólo nos
inquietan y agotan pero no nos ayudan a soportar las pruebas.
Podéis estar perplejos en los negocios; vuestra perspectiva puede
ser cada día más sombría, y podéis estar amenazados de pérdidas;
pero no os descorazonéis; confiad vuestras cargas a Dios y permane-
ced serenos y alegres. Pedid sabiduría para manejar vuestros asuntos
con discreción, a fin de evitar pérdidas y desastres. Haced todo lo
que esté de vuestra parte para obtener resultados favorables. El Señor
Jesús nos prometió su ayuda, pero sin eximirnos de hacer lo que esté
de nuestra parte. Si confiando en nuestro Ayudador hemos hecho
todo lo que podíamos, aceptemos con buen ánimo los resultados.
No es la voluntad de Dios que su pueblo esté abrumado por el
peso de la congoja. Pero tampoco nos engaña. No nos dice: “No
temáis; no hay peligros en vuestro camino.” El sabe que hay pruebas
[123]
y peligros, y nos trata con franqueza. No se propone sacar a su
pueblo de en medio de este mundo de pecado y maldad, pero le
ofrece un refugio que nunca falla. Su oración por sus discípulos fué:
“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.”
“En el mundo—dice,—tendréis tribulación; pero tened buen ánimo;
yo he vencido al mundo.
En el sermón sobre el monte Cristo enseñó a sus discípulos
preciosas lecciones en cuanto a la necesidad de confiar en Dios. Estas
lecciones tenían por fin alentar a los hijos de Dios a través de los
siglos, y han llegado a nuestra época llenas de instrucción y consuelo.
El Salvador llamó la atención de sus discípulos a cómo las aves del
cielo entonan sus dulces cantos de alabanza sin estar abrumadas por
los cuidados de la vida, a pesar de que “no siembran, ni siegan.” Y
sin embargo, el gran Padre celestial les provee lo que necesitan. El
Salvador pregunta: “¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
El gran Dios que provee para los hombres y las bestias extiende su
mano y suple las necesidades de todas sus criaturas. Las aves del
cielo no son tan insignificantes que no las note. El no les pone el
alimento en el pico, mas hace provisión para sus necesidades. Deben