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              El Camino a Cristo
            
            
              juntar el grano que El ha derramado para ellas. Deben preparar el
            
            
              material para sus nidos. Deben alimentar a sus polluelos. Ellas se
            
            
              dirigen cantando hacia su labor, porque “vuestro Padre celestial las
            
            
              alimenta.” Y “¿no valéis vosotros mucho más que ellas?” ¿No sois
            
            
              vosotros, como adoradores inteligentes y espirituales, de más valor
            
            
              que las aves del cielo? El Autor de nuestro ser, el Conservador de
            
            
              nuestra existencia, el que nos formó a su propia imagen divina, ¿no
            
            
              [124]
            
            
              suplirá nuestras necesidades si tan sólo confiamos en El?
            
            
              Cristo presentaba a sus discípulos las flores del campo, que
            
            
              crecen en rica profusión y lucen la sencilla hermosura que el Padre
            
            
              celestial les dió, como una expresión de su amor hacia el hombre. El
            
            
              decía: “Considerad los lirios del campo, cómo crecen.
            
            
            
            
              La belleza
            
            
              y la sencillez de estas flores naturales sobrepujan en excelencia a
            
            
              la gloria de Salomón. El atavío más esplendoroso producido por
            
            
              la habilidad artesana no puede compararse con la gracia natural y
            
            
              la belleza radiante de las flores creadas por Dios. El Señor Jesús
            
            
              preguntó: “Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es, y
            
            
              mañana es echada en el horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de
            
            
              poca fe?
            
            
            
            
              Si Dios, el Artista sublime, da a las flores, que perecen en
            
            
              un día, sus delicados y variados colores, ¿cuánto mayor cuidado no
            
            
              tendrá por aquellos a quienes creó a su propia imagen? Esta lección
            
            
              de Cristo es un reproche contra la ansiedad, las perplejidades y dudas
            
            
              del corazón sin fe.
            
            
              El Señor quiere que todos sus hijos e hijas sean felices, llenos
            
            
              de paz y obedientes. El Señor dijo: “Mi paz os doy; no según da el
            
            
              mundo, yo os la doy: no se turbe vuestro corazón, ni se acobarde.
            
            
            
            
              “Estas cosas os he dicho, para que quede mi gozo en vosotros, y
            
            
              vuestro gozo sea completo.
            
            
            
            
              La felicidad que se procura por motivos egoístas, fuera de la
            
            
              senda del deber, es desequilibrada, caprichosa y transitoria; pasa, y
            
            
              deja el alma llena de soledad y tristeza; pero en el servicio de Dios
            
            
              hay gozo y satisfacción; Dios no abandona al cristiano en caminos
            
            
              inciertos; no le deja librado a pesares vanos y contratiempos. Aunque
            
            
              [125]
            
            
              no tengamos los placeres de esta vida, podemos gozarnos a la espera
            
            
              de la vida venidera.
            
            
              Pero aun aquí los cristianos pueden tener el gozo de la comunión
            
            
              con Cristo; pueden tener la luz de su amor, el perpetuo consuelo de
            
            
              su presencia. Cada paso de la vida puede acercarnos más al Señor