Página 54 - El Conflicto Inminente (1969)

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El Conflicto Inminente
La iglesia católica le pone actualmente al mundo una cara apaci-
ble, y presenta disculpas por sus horribles crueldades. Se ha puesto
vestiduras como las de Cristo; pero en realidad no ha cambiado.
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Todos los principios formulados por el papismo en edades pasadas
subsisten en nuestros días. Las doctrinas inventadas en los siglos
más tenebrosos siguen profesándose aún. Nadie se engañe. El pa-
pado que los protestantes están ahora tan dispuestos a honrar, es el
mismo que gobernaba al mundo en tiempos de la Reforma, cuando
se levantaron hombres de Dios con peligro de sus vidas para denun-
ciar la iniquidad de él. El romanismo sostiene las mismas orgullosas
pretensiones con que supo dominar sobre reyes y príncipes y arro-
garse las prerrogativas de Dios. Su espíritu no es hoy menos cruel
ni despótico que cuando destruía la libertad humana y mataba a los
santos del Altísimo.
El papado es precisamente lo que la profecía declaró que sería: la
apostasía de los postreros días.
2 Tesalonicenses 2:3, 4
. Forma parte
de su política asumir el carácter que le permita realizar mejor sus
fines; pero bajo la apariencia variable del camaleón oculta el mismo
veneno de la serpiente. Declara: “No hay que guardar la palabra
empeñada con herejes, ni con personas sospechosas de herejía.”—
Lenfant,
Histoire du Concile de Constance,
tomo 1, pág. 493. ¿Será
posible que este poder cuya historia se escribió durante mil años
con la sangre de los santos, sea ahora reconocido como parte de la
iglesia de Cristo?
No sin razón se ha asegurado que en los países protestantes el
catolicismo no difiere ya tanto del protestantismo como antes. Se
ha verificado un cambio; pero no es el papado el que ha cambiado.
El catolicismo se parece mucho en verdad al protestantismo de hoy
día debido a lo mucho que éste ha degenerado desde los días de los
reformadores.
Mientras las iglesias protestantes han estado buscando el favor
del mundo, una falsa caridad las ha cegado. Se figuran que es justo
pensar bien de todo mal; y el resultado inevitable será que al fin
pensarán mal de todo bien. En lugar de salir en defensa de la fe que
fué dada antiguamente a los santos, no parecen sino disculparse ante
Roma por haberla juzgado con tan poca caridad y pedirle perdón
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por la estrechez de miras que manifestaron.