Página 55 - El Conflicto Inminente (1969)

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La libertad de conciencia amenazada
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Muchos, aun entre los que no favorecen al romanismo, se dan
poca cuenta del peligro con que les amenaza el poder y la influencia
de Roma. Insisten en que las tinieblas intelectuales y morales que
prevalecían en la Edad Media favorecían la propagación de sus dog-
mas y supersticiones junto con la opresión, y que el mayor caudal de
inteligencia de los tiempos modernos, la difusión general de conoci-
mientos y la libertad siempre mayor en materia de religión, impiden
el reavivamiento de la intolerancia y de la tiranía. Se ridiculiza la
misma idea de que pudiera volver un estado de cosas semejante en
nuestros tiempos de luces. Es verdad que sobre esta generación brilla
mucha luz intelectual, moral y religiosa. De las páginas abiertas de
la santa Palabra de Dios, ha brotado luz del cielo sobre la tierra. Pero
no hay que olvidar que cuanto mayor sea la luz concedida, tanto más
densas también son las tinieblas de aquellos que la pervierten o la
rechazan.
Un estudio de la Biblia hecho con oración mostraría a los pro-
testantes el verdadero carácter del papado y se lo haría aborrecer
y rehuir; pero muchos son tan sabios en su propia opinión que no
sienten ninguna necesidad de buscar humildemente a Dios para ser
conducidos a la verdad. Aunque se enorgullecen de su ilustración,
desconocen tanto las Sagradas Escrituras como el poder de Dios. Ne-
cesitan algo para calmar sus conciencias, y buscan lo que es menos
espiritual y humillante. Lo que desean es un modo de olvidar a Dios,
pero que parezca recordarlo. El papado responde perfectamente a
las necesidades de todas esas personas. Es adecuado a dos clases de
seres humanos que abarcan casi a todo el mundo: los que quisieran
salvarse por sus méritos, y los que quisieran salvarse en sus pecados.
Tal es el secreto de su poder.
Ha quedado probado cuánto favorecieron el éxito del papado
los períodos de tinieblas intelectuales. También quedará demostrado
que una época de grandes luces intelectuales es igualmente favora-
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ble a su triunfo. En otro tiempo, cuando los hombres no poseían la
Palabra de Dios ni conocían la verdad, sus ojos estaban vendados y
miles cayeron en la red que no veían tendida ante sus pies. En esta
generación, son muchos aquellos cuyos ojos están ofuscados por
el brillo de las especulaciones humanas, o sea por la “falsamente
llamada ciencia;” no alcanzan a ver la red y caen en ella tan fácil-
mente como si tuviesen los ojos vendados. Dios dispuso que las