Página 57 - El Conflicto Inminente (1969)

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La libertad de conciencia amenazada
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pagana, fué impuesta por el emperador después que hubo aceptado
nominalmente el cristianismo.
Como el mandato real no parecía substituir de un modo sufi-
ciente la autoridad divina, Eusebio, obispo que buscó el favor de
los príncipes y amigo íntimo y adulador especial de Constantino,
aseveró que Cristo había transferido el día de reposo del sábado al
domingo. No se pudo aducir una sola prueba de las Santas Escrituras
en favor de la nueva doctrina. Eusebio mismo reconoce involunta-
riamente la falsedad de ella y señala a los verdaderos autores del
cambio.
“Nosotros
hemos transferido al domingo, día del Señor—
dice—todas las cosas que debían hacerse en el sábado.”—Roberto
Cox,
Sabbath Laws and Sabbath Duties
, 538. Pero por infundado
que fuese el argumento en favor del domingo, sirvió para envalento-
nar a los hombres y animarlos a pisotear el sábado del Señor. Todos
los que deseaban ser honrados por el mundo aceptaron el día festivo
popular.
Con el afianzamiento del papado fué enalteciéndose más y más
la institución del domingo. Por algún tiempo el pueblo siguió ocu-
pándose en los trabajos agrícolas fuera de las horas de culto, y el
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séptimo día, o sábado, siguió siendo considerado como el día de
reposo. Pero lenta y seguramente fué efectuándose el cambio. Se
prohibió a los magistrados que fallaran en lo civil los domingos.
Poco después se dispuso que todos sin distinción de clase social se
abstuviesen del trabajo ordinario, so pena de multa para los señores
y de azotes para los siervos. Más tarde se decretó que los ricos serían
castigados con la pérdida de la mitad de sus bienes y que finalmente,
si se obstinaban en desobedecer, se les hiciese esclavos. Los de las
clases inferiores debían sufrir destierro perpetuo.
Se recurrió también a los milagros. Entre otros casos maravillo-
sos, se refería que un campesino que iba a labrar su campo en día
domingo limpió su arado con un hierro que le penetró en la mano,
y por dos años enteros no lo pudo sacar, “sufriendo con ello mu-
cho dolor y vergüenza.”—Francisco West,
Historical and Practical
Discourse on the Lords Day, 174
.
Más tarde, el papa ordenó que los sacerdotes del campo amo-
nestasen a los que violasen el domingo y los indujeran a venir a
la iglesia para rezar, no fuese que atrajesen alguna gran calamidad
sobre sí mismos y sobre sus vecinos.