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Consejos para los Maestros
sus hijos son bastante fuertes para resistir la tentación; pero ¿cómo
pueden estar seguros de esto? Es mucho más fácil ceder a las malas
influencias que resistirlas. Antes que se den cuenta de ello, sus hijos
estarán imbuidos con el espíritu de sus compañeros y ya estarán tal
vez degradados o arruinados.
Padres, custodiad como a la niña del ojo los principios y hábitos
de vuestros hijos. No les permitáis asociarse con persona alguna cu-
yo carácter no conozcáis. No les permitáis trabar intimidad con nadie
hasta que no estéis seguros que no los perjudicará. Acostumbrad a
vuestros hijos a confiar en vuestro juicio y experiencia. Enseñadles
que tenéis una percepción más clara del carácter que la que ellos
pueden tener en su inexperiencia, y que no deben despreciar vuestras
decisiones.
La elección de la lectura
Los padres deben esforzarse por mantener fuera del hogar toda
influencia que no redunde para bien. En este asunto, algunos padres
tienen mucho que aprender. A los que se sienten libres para leer
revistas de cuentos y novelas quisiera decirles: Estáis sembrando una
semilla cuya cosecha no os interesará recoger. De esa lectura no se
puede obtener fuerza espiritual. Más bien destruye el amor hacia la
verdad pura de la Palabra. Por intermedio de las novelas y revistas de
cuentos, Satanás está obrando para llenar con pensamientos irreales
y triviales las mentes que debieran estar estudiando diligentemente
la Palabra de Dios. Así está robando a miles y miles el tiempo, la
energía y la disciplina propia que exigen los severos problemas de
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la vida.
La mente susceptible del niño anhela conocimiento en el período
de desarrollo. Los padres debieran mantenerse bien informados, a
fin de poder darle el alimento apropiado. Como el cuerpo, la mente
obtiene su fuerza del alimento que recibe. Se amplía y eleva por
pensamientos puros y vigorizadores, pero se estrecha y degrada por
pensamientos terrenales.
Padres, vosotros sois los que decidís si la mente de vuestros hijos
se ha de llenar de pensamientos ennoblecedores, o de sentimientos
viciosos. No podéis mantener sin ocupación sus mentes activas, ni
ahuyentar el mal con el ceño. Únicamente inculcando los debidos