Página 105 - Consejos para los Maestros (1971)

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La salvaguardia de los jóvenes
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principios podéis destruir los malos pensamientos. El enemigo sem-
brará cizaña en los corazones de los hijos a menos que los padres
siembren en ellos las semillas de la verdad. Las instrucciones buenas
y sanas son el único preventivo contra las compañías malas que
corrompen los buenos modales. La verdad protegerá al alma de las
tentaciones sin fin que habrá de arrostrar.
Enséñese a los jóvenes a dedicar detenido estudio a la Palabra
de Dios. Recibida en el alma, constituirá una poderosa barricada
contra la tentación. “Dentro de mi corazón he atesorado tu palabra—
declara el salmista—para no pecar contra ti”. “Yo me he guardado
de las sendas de los violentos”.
Salmos 119:11
, VM;
17:4
.
Enseñando a los niños a ser útiles
Una de las salvaguardias más seguras de los jóvenes es la ocupa-
ción útil. Los niños que han sido enseñados en hábitos de laboriosi-
dad, de manera que todas sus horas estén dedicadas a ocupaciones
útiles y placenteras, no tienen inclinación a quejarse de su suerte ni
tienen tiempo para entregarse a sueños ociosos. Corren poco peligro
de formar compañías o hábitos viciosos.
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En la escuela del hogar se les debe enseñar a los niños a cumplir
con los deberes prácticos de la vida diaria. Mientras aún son jóvenes,
la madre debe darles algunas tareas sencillas que hacer cada día.
Necesitará más tiempo para enseñárselas que para hacerlas ella
misma; pero recuerde que debe poner el fundamento de la utilidad
en el edificio de su carácter. Piense que el hogar es la escuela en la
que ella es la maestra principal. A ella le toca enseñar a sus hijos a
cumplir rápida y hábilmente los deberes de la casa. Tan temprano en
la vida como sea posible, se les debe enseñar a compartir las cargas
del hogar. Desde la infancia se debería enseñar a los niños a llevar
cargas siempre más pesadas, a ayudar inteligentemente en el trabajo
de la familia.
Cuando llegan a una edad adecuada, deben proveérseles herra-
mientas. Resultarán alumnos idóneos. Si el padre es carpintero, debe
dar a sus hijos lecciones de carpintería.
Los niños han de aprender de la madre hábitos de aseo, esmero
y prontitud. Dejar que un niño tome una o dos horas para hacer un
trabajo que podría hacerse fácilmente en media hora, es permitirle