Página 121 - Consejos para los Maestros (1971)

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La parábola de la semilla vegetante
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ser preparado para la semilla natural, el corazón también debe serlo
para la semilla de la verdad. A medida que crece la planta, puede
continuarse con la relación entre la siembra natural y la espiritual.
Los niñitos pueden ser cristianos, gozando de una experiencia
de acuerdo con sus años. Esto es todo lo que Dios espera de ellos.
Necesitan ser educados en las cosas espirituales; y los padres deben
darles toda ventaja, a fin de que puedan formar caracteres de acuerdo
con la semejanza del carácter de Cristo.
La mente nunca cesará de estar activa. Está expuesta a influen-
cias buenas o malas. Como el rostro humano queda estampado, por
el rayo del sol, sobre la placa pulida del artista, así quedan grabados
los pensamientos y las impresiones en la mente del niño, y son casi
imborrables, sean estas impresiones terrenales, o morales y religio-
sas. La mente es más susceptible cuando la razón está despertando;
de modo que las primeras lecciones son de gran importancia. Estas
tienen una influencia poderosa en la formación del carácter. Si son
de la índole debida, y si, a medida que el niño progresa en años
se le continúan impartiendo con paciente perseverancia, el destino
terrenal quedará amoldado para el bien. Esta es la palabra del Se-
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ñor: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se
apartará de él”.
Proverbios 22:6
.
Padres, dad vuestros hijos al Señor, y recordadles siempre que
le pertenecen, que son los corderos del rebaño de Cristo, sobre los
cuales vela el verdadero Pastor. Ana dedicó a Samuel al Señor; y
se dice de él: “Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó
caer a tierra ninguna de sus palabras”.
1 Samuel 3:19
. En el caso de
este profeta y juez de Israel se presentan las posibilidades colocadas
delante del niño cuyos padres cooperan con Dios, haciendo la obra
que les es señalada.
Los niños son herencia del Señor, y han de ser educados para
su servicio. Esta es la obra que incumbe a padres y maestros con
fuerza solemne y sagrada, y que no pueden eludir ni ignorar. Los que
descuidan esta obra son señalados como siervos infieles; pero hay
una recompensa cuando la semilla de verdad se siembra temprano
en el corazón y se la atiende cuidadosamente.
Cristo concluye la parábola diciendo: “Y cuando el fruto está
maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado”.
Marcos 4:29
. Cuando se recoja la cosecha de la tierra, veremos los