150
Consejos para los Maestros
Maestros, enseñad la sencillez de las Escrituras, para que podáis
aprender a presentar claramente las verdades a las mentes juveniles.
Vuestro ferviente deseo de contribuir al bien actual y eterno de
los niños confiados a vuestro cuidado, debe haceros arrodillar a
menudo para buscar consejo de Aquel que es demasiado sabio para
equivocarse, y demasiado bueno para dejaros en la impotencia de
vuestra propia sabiduría.
La instrucción bíblica debe ser vigorizada por la vida santa del
maestro. Los maestros temerosos de Dios practicarán todo principio
que tratan de imprimir en la mente de los niños. Los tales maestros
no ven a su Padre celestial sino por el ojo de la fe; pero han aprendido
de él; leen su amor en las dispensaciones más penosas. No juzgan a
su Creador por las dispensaciones; son participantes de su naturaleza
divina. Pueden confiar en Aquel que no retuvo a su Hijo unigénito,
sabiendo que con él dará todas las cosas necesarias para su bien
espiritual y eterno.
El maestro puede enseñar con éxito si ha aprendido sus lecciones
de Jesucristo, con el propósito de hacerlas penetrar plenamente en
su propia vida. Los que aprenden diariamente del gran Maestro,
tendrán un preciosísimo alfolí del cual sacar cosas nuevas y viejas.
[176]
A los maestros de las escuelas de iglesia quiero decirles: sabed
que estáis regidos por el Espíritu Santo. Revelad en vuestra vida la
influencia transformadora de la verdad. Haced cuanto os sea posible
para perfeccionar vuestra propia capacidad, a fin de que podáis
enseñar a vuestros alumnos a mejorar también.
Tan pronto como vuestra mente armonice con la mente de Dios,
seréis puestos en contacto con una inteligencia que os comunicará
lecciones que resultarán de inestimable ayuda en vuestro trabajo
de la enseñanza. A medida que relatéis a los niños la historia de la
cruz, vuestra propia alma será elevada por encima de la lobreguez
y el abatimiento. Al considerar el infinito sacrificio del Redentor,
perderéis todo deseo por las cosas de este mundo.
[177]