Página 209 - Consejos para los Maestros (1971)

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La importancia de la sencillez
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—¿Va Ud. a hablar esta tarde?
—No, esta tarde no—contesté.
—Lo siento mucho—dijo ella—. Pensé que Ud iba a hablar,
y pedí a varias de mis compañeras que vinieran. ¿Quiere Ud., por
favor, pedir al pastor que use palabras fáciles que podamos com-
prender? ¿Quiere Ud., por favor, decirle que no comprendemos las
palabras largas, como justificación y santificación? No sabemos lo
que significan estas palabras.
La queja de la niñita contiene una lección digna de ser conside-
rada por maestros y ministros. ¿No son muchos los que debieran oír
la petición: Usad palabras fáciles para que podamos saber lo que
queréis decir?
Haced claras vuestras explicaciones; porque sé que son muchos
los que poco entienden de las cosas que se les dicen. Dejad que el
Espíritu Santo amolde vuestro lenguaje, limpiándolo de toda escoria.
Hablad como niñitos, recordando que hay muchos de edad madura
que son tan sólo niñitos sin comprensión.
Por oración ferviente y esfuerzo diligente, debemos alcanzar
idoneidad para hablar. Esta idoneidad incluye el pronunciar cada
sílaba claramente, poniendo la fuerza y el énfasis donde pertenecen.
Hablad lentamente. Muchos hablan velozmente, apresurándose de
una palabra a otra, con tal rapidez que se pierde el efecto de lo que
se dice. Poned el espíritu y la vida de Cristo en lo que decís.
En cierta ocasión, cuando Betterton, célebre actor, estaba cenan-
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do con el Dr. Sheldon, arzobispo de Canterbury, éste le dijo: “Le
ruego, Sr. Betterton, que me diga por qué vosotros los actores dejáis
a vuestros auditorios tan poderosamente impresionados hablándoles
de cosas imaginarias”. “Su señoría—contestó el Sr. Betterton—,
con el debido respeto a su gracia, permítame decirle que la razón es
sencilla: reside en el poder del entusiasmo. Nosotros, en el escenario,
hablamos de cosas imaginarias como si fuesen reales; y vosotros, en
el púlpito, habláis de cosas reales como si fuesen imaginarias”.
“Apacienta mis corderos”. “Pastorea mis ovejas”, fue la comisión
dada a Pedro. “Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”.
Juan 21:15, 16
;
Lucas 22:32
. Para los que oyen, el Evangelio es
poder de Dios para la salvación. Presentadlo en su sencillez. Seguid
el ejemplo de Cristo, y tendréis la recompensa de ver a vuestros
alumnos ganados para él (Sanatorio, California, 6 de julio de 1902).