212
Consejos para los Maestros
En toda escuela, la instrucción que se da debiera ser tan fácil de
comprender como la que daba Cristo. El uso de palabras complicadas
confunde la mente y eclipsa la belleza del pensamiento presentado.
Se necesitan maestros que se acerquen a sus alumnos y que den
instrucción clara, definida, ilustrando las cosas espirituales con las
cosas de la naturaleza, y con los acontecimientos familiares de la
vida diaria.
La Biblia revela a Cristo como el buen Pastor, que busca a las
ovejas perdidas incansablemente. Por métodos peculiarmente su-
yos, ayudaba a todos los que necesitaban ayuda. Con gracia tierna
y cortés, ministraba a las almas enfermas de pecado, impartiendo
sanidad y fuerza. La sencillez y el fervor con que se dirigía a los me-
nesterosos, santificaba toda palabra. Proclamaba su mensaje desde
la ladera de la montaña, desde el bote del pescador, en el desierto, en
las grandes rutas de tránsito. Doquiera hallaba personas listas para
escuchar, estaba listo para abrirles el tesoro de la verdad. Asistía a
las fiestas anuales de la nación judía, y a las multitudes absortas en
[249]
la ceremonia exterior les hablaba de las cosas celestiales, poniendo
a su vista la eternidad.
Toda la vida del Salvador se caracterizó por la benevolencia
desinteresada y la hermosura de la santidad. El es nuestro modelo
de bondad. Desde el comienzo de su ministerio, los hombres empe-
zaron a comprender más claramente el carácter de Dios. Practicaba
sus enseñanzas en su propia vida. Era consecuente sin obstinación,
benevolente sin debilidad, y manifestaba ternura y simpatía sin sen-
timentalismo. Era altamente sociable, aunque poseía una reserva
que inhibía cualquier familiaridad. Su temperancia nunca lo llevó
al fanatismo o la austeridad. No se conformaba con el mundo, y sin
embargo prestaba atención a las necesidades de los menores de entre
los hombres.
“¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos ro-
jos? ¿éste hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su
poder?”
Isaías 63:1
. Con seguridad llega la respuesta: “E indiscuti-
blemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en
carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los
gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria”.
1 Timoteo
3:16
. “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios
como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando