Página 221 - Consejos para los Maestros (1971)

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La disciplina cristiana
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Pasaremos solamente una vez por este mundo; cualquier bien que
podamos hacer, debemos hacerlo ferviente e incansablemente, con el
mismo espíritu que Cristo puso en su obra. ¿Cómo puede animarse
a los estudiantes que necesitan grandemente ayuda a que sigan en el
buen camino? Únicamente tratándolos con el amor que Cristo reveló.
Podéis decir que deben ser tratados como se merecen. Pero ¿qué
habría sucedido si Cristo nos hubiese tratado así a nosotros? El, que
no había pecado, fue tratado como nosotros merecemos ser tratados,
a fin de que nosotros, los caídos y pecaminosos, pudiésemos ser
tratados como él lo merece. Maestros, tratad a vuestros alumnos poco
promisorios como pensáis que bien se lo merecen, y los privaréis
de toda esperanza y arruinaréis vuestra influencia. ¿Resultará esta
conducta? No, cien veces, no. Vinculad al que necesita vuestra ayuda
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a un corazón que le ame y simpatice con él, y salvaréis a un alma de
la muerte, y cubriréis una multitud de pecados.
La expulsión de los estudiantes
Debe manifestarse mucho cuidado en la expulsión de estudiantes.
A veces hay que hacerlo. Es una tarea dolorosa separar de la escuela
a una persona que incita a otros a la desobediencia y deslealtad;
pero, por amor de los otros estudiantes, a veces es necesario. Dios
vio que si Satanás no era expulsado del cielo, la hueste angélica
estaría en constante peligro; y cuando los maestros temerosos de
Dios ven que retener a un alumno es exponer a los demás a malas
influencias, deben separarlo de la escuela. Pero debe ser una falta
muy grave la que exija esta disciplina.
Cuando, como consecuencia de la transgresión, Adán y Eva
fueron privados de toda esperanza, y la justicia exigió la muerte del
pecador, Cristo se dio a sí mismo como sacrificio. “En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros
pecados”. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual
se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos
nosotros”.
1 Juan 4:10
;
Isaías 53:6
.
En el trato con sus estudiantes, los maestros deben manifestar el
amor de Cristo. Sin este amor, serán duros y autoritarios, y ahuyen-
tarán las almas del redil. Deben ser como milicianos, vigilándose