Página 234 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
de la vida práctica, los que son esenciales para la vida de nuestros
jóvenes.
A todos, en toda escuela y en toda otra institución, les es nece-
sario, como lo era para Daniel, estar en tan íntima relación con la
fuente de toda sabiduría, que puedan alcanzar la más alta norma en
cada actividad. Daniel tenía presente el amor y el temor de Dios; y
consciente de su responsabilidad ante Dios, alistó todas sus faculta-
des para responder hasta donde le fuese posible al cuidado amante
del gran Maestro. Los cuatro jóvenes hebreos no quisieron permitir
que los motivos egoístas y el amor de las diversiones ocupasen los
momentos áureos de la vida. Trabajaban con corazón voluntario y
mente dispuesta. Esta norma no es más elevada de lo que puede
alcanzar todo joven cristiano.
* * * * *
Nuestros obreros—ministros, maestros, médicos, directores—
necesitan recordar que están comprometidos a cooperar con Cristo, a
obedecer sus indicaciones y a seguir su dirección. A cada hora deben
pedir y recibir el poder de lo alto. Han de albergar un constante
sentido del amor del Salvador, de su eficiencia, su vigilancia, su
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ternura. Han de mirar a él, como al Pastor y Obispo de las almas.
Tendrán entonces la simpatía y el sostén de los ángeles celestiales.
Cristo será su gozo y corona de regocijo. Sus corazones serán regidos
por el Espíritu Santo, y tendrán un conocimiento de la verdad que
no pueden alcanzar los que son simplemente creyentes nominales.
No comprendemos la mitad del significado de las lecciones del
Salvador. No comprendemos cuánto significan éstas para los seres
por él creados. El ama a la familia humana. ¿Preguntáis cuánto?—
Os señalo el Calvario. Pero los cuidados y los intereses terrenales
ocultan de nuestra vista las cosas de origen celestial, de manera
que no comprendemos su importancia. Si los ministros y maestros
tuviesen un sentido más profundo de su necesidad espiritual, se
dedicarían a su trabajo embargados por la comprensión del carácter
sagrado de su cometido, y una vida superior animaría a nuestras
iglesias e instituciones.
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